El ensayo: las ideas en sus formas posibles

Con el lenguaje todo es posible y realizable, desde tergiversar el concepto de belleza literaria, situación caótica, de ruptura, que surge en épocas de complejidad y caos, hasta convertir en verdades virtuales las mentiras comunicacionales de nuevos discursos mediáticos. 

El ensayo, desde el renacimiento, interviene con su presencia, para expresar ideas que, viejas o nuevas, revelan maneras diferentes de ver y pensar al mundo, a la naturaleza, al ser humano.

A partir de Maquiavelo y Montaigne nada fue igual, hoy más que ayer, la distancia nos hace percibirlos en sus dimensiones de cambio. Desvalores y valores se radicalizan, luego que desde Italia y Francia los escritores rompen con la estética clásica, aún impregnada por el predominio eclesiástico, y crean un nuevo lenguaje que implica la relación entre lector y escritor a través de la obra. El lector no se puede quedar en actitud contemplativa, se ve obligado a intervenir, discutir. A reconstruir las ideas de acuerdo a sus propios principios para entablar un verdadero diálogo de pensamiento y lenguaje con un autor. Algunas veces hasta su lápida violentamos en búsqueda de imposibles respuestas.

El ensayo: las ideas en sus formas posibles
La escritura es mental, el escritor interpreta su realidad la convierte en lenguaje y así en un discurso del cual es su creador. Para el ensayista ese lenguaje es expresión de ideas, su estética lo desliga de la naturaleza como paisaje para comprenderla en su dimensión de pensamiento. Ya no es la literatura el espejo en el que se mira la naturaleza. Es la expresión de la subjetividad del escritor, descompone el mundo para realizar una recomposición mental fundamentada en ideas. Aquí se esconde el secreto, aún no analizado en profundidad del ensayista, hacer del mundo, de los espacios, de los valores, de las cualidades o defectos, de autores vivos o muertos, de la ciencia o de la política una abstracción imaginable.

Para cada hombre su mundo era el que había heredado, pero las revoluciones y guerras insertaron un nuevo tipo de sufrimiento, el horror a no poder pensar un futuro. Se perdían en sí mismos y son los ensayos quienes expresan esos vaivenes en la lucidez de sus autores, quienes con una visión, tal vez utópica, imaginan un mundo transformado, desde luego sin descripciones técnicas del proceso de transformación. Es en ese proceso donde se rompe la linealidad al promover la duda, el ensayo es un “tal vez” permanente; no disimula sus inquietudes, no establece “la censura del determinismo”; esto no implica inseguridad, pero sí la certidumbre de que a las verdades el tiempo las niega o las transforma.

Y es a través de los contenidos antiestáticos, donde se produce la interacción entre las diferentes ideas de un discurso exorcista, ya sea para evitar verse sometido a leyes literarias tradicionales, o para atraer recuerdos que en un proceso pretérito vivencial acerquen al autor a la palabra original, como lo hace Briceño Guerrero en “Amor y terror de las palabras”. El escritor arrebata significados de su contexto íntimo para refundarlos con una visión onírica, nubosidades, algunas veces inalcanzables.

Las palabras son magia en manos de todo ensayista: interceden, median, lo atrapan, lo envuelven, pero también lo liberan de los espíritus que puedan amenazar su libertad. En ese mediar aparece la intra e intertextualidad, inevitable en la literatura, fruto de innumerables lecturas o rememoración de citas que con el “alguien dijo” denota la no autoría de una frase para la cual la memoria ofrece una mala jugada.

Como me gustaría prolongar este juego verbal que implica un acto de seducción, para envolver al lector en un complejo romance entre ideas y lirismo, para que su apasionamiento lo lleve a disfrutar de La espiritualidad de María Zambrano, esa hada del encantamiento que restituye las utopías perdidas. O de lo asertivo, a veces errado de Ortega y Gasset. A imaginar la vida apacible de nuestra Venezuela y su vibración natural, que llenaba todo el ambiente donde “ya estaban madurando nuevos pensamientos” en tiempos de Bolívar según la imagina Arturo Uslar Pietri.

Por último invito al lector a intuir, a través de lecturas, ese mundo ensayístico pródigo en diferentes retóricas, barrocas unas, minimalistas otras, pero siempre signadas por la intuición y la libertad discursiva, porque como decía Mariano Picón Salas “de los estilos e ideas universales cada uno escoge o rechaza lo que le conviene a su morada vital”.

El ensayo: las ideas en sus formas posibles



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Julia Elena Rial
Escritora, ensayista y docente argentina (Tandil, provincia de Buenos Aires). Reside en Maracay, Aragua (Venezuela). Profesora de castellano y literatura en el Instituto del Profesorado de Buenos Aires. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e Historia de las Ideas en la Universidad de Chile. Posgrado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, de Maracay. Ganadora del Premio Ensayo Miguel Ramón Utrera (1998) con Las masacres: ortodoxia histórica, heterodoxia literaria. Mención de honor en el Concurso de Ensayo Augusto Padrón de la Alcaldía del Municipio Girardot (Maracay, 2005).Ganó el Premio Mayor de las Artes y las Letras del Ministerio de la Cultura de Venezuela (2006) con el ensayo Memoria e identidad en José León Tapia. Autora de los libros Constelaciones del petróleo (2003) y El ensayo: identidad, memoria y olvido ( 2007). Colaboradora de la revista brasileña Hispanista y de la revista venezolana Letralia. Miembro fundador Agrupación Literaria Pie de Página y del Consejo Editorial de la Revista Cultural Pie de Página. Jurado del premio de ensayo Augusto Padrón 2001 y del premio de ensayo Marita King 2005

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