Andrés Bello El Conservacionista

 

Hoy día del escritor y escritora  en Venezuela  quiero compartir con Uds. algunas reflexiones del Bello conservacionista, otro legado notable que nos dejó el sabio humanista.


La celebración del   Día del Escritor y de la Escritora se celebra cada 29 noviembre en conmemoración al natalicio de Andrés Bello, considerado como uno de los humanistas e intelectuales más importantes en la cultura hispanoamericana del siglo XIX.

En esta época de movimientos ecológicos a nivel mundial, cobra importancia el Andrés Bello ecologista,  defensor del haber agrícola de Venezuela y de la conciencia ecologista.

La expresión de su pasión ambiental se inicia en “El Helechal”. Pequeña finca cafetalera, ubicada en las  laderas de la fila de Mariches, al este de Caracas, que adquirió su familia en 1806.

A los 19 años acompaño  a Alexander von Humboldt  en varias expediciones, entre ellas  el ascenso a la Silla de Caracas, cima del cerro El Ávila que separa a Caracas del mar Caribe. A pesar  que no culmino la expedición por razones de salud, Humboldt influyó de manera directa en su forma narrativa y en la visión particular sobre la geografía, la naturaleza y  los recursos naturales (fauna, flora y minerales).

Ese amor por la tierra venezolana y latinoamericana se incrementa en Chile, que lo abrigo  desde los 48 años hasta su muerte,  expresado en su obra poética  Silva a la agricultura en la zona tórrida” ((1826)

¡Oh jóvenes naciones, que ceñida

 alzáis sobre el atónito occidente

 de tempranos laureles la cabeza!,

 honrad el campo, honrad la simple vida

del labrador y su frugal llaneza. 

Así tendrán en vos perpetuamente

la libertad morada, 

y freno a la ambición, y la ley templo.


La interioridad y reserva que caracterizo su personalidad escondía el recuerdo de Venezuela, de sus campos nativos, de sus paisajes tropicales.

A pesar de haberse ausentado para siempre a los 28 años. Ese tiempo marco su relación con la naturaleza del país y su amor por la tierra fértil, rápida para el cultivo.

Bello asocio sus inquietudes de fertilidad intelectual en la naturaleza. En el paisaje exuberante, en el color de infinitos matices de su caribe, y trasmuto  esas imágenes, e inquietudes, al saber, conocer, e investigar. Y también a su constante nostalgia.

Quienes lo conocieron coinciden en atribuirle una expresión telúrica, en ver más allá,  en una permanente contemplación de su alrededor.

Para Pedro Grases la vida de Andrés Bello se fundamenta en “su comunión con la cultura rural”, cuyos motivos conforman su gran poema América.

Son los Valles de Aragua a los que privilegia en sus escritos, los cuales conocieron  el cultivo del famoso añil que le daría el brillo azulado a los tanques de la Hacienda La Trinidad, en las adyacencias de El Limón, en el Estado Aragua, que perteneció al Marqués de Casa León.



En Resumen de la historia de Venezuela (1810) Andrés Bello relata:

“Apenas se conoció bien el cultivo y la elaboración del añil, se vieron llegar los deliciosos valles de Aragua a un grado de riqueza y población de que apenas habrá ejemplo entre los pueblos más activos e industriosos. Desde La Victoria hasta Valencia no se descubría otra perspectiva que la de la felicidad y la abundancia, y el viajero fatigado de la aspereza de las montañas que separan a este risueño país de la capital se veía encantado con los placeres de la vida campestre y acogido en todas partes con la más generosa hospitalidad”.

Su estadía en Chile en plena madurez lo hizo más pragmático, reservado y claro en sus escritos y labor pedagógica. Allí nace Cosmografía o descripción del universo conforme a los últimos descubrimientos de  1848.

Pero será siempre la agricultura su realidad y sus sueños. Así  logró la introducción en Chile de modernos equipos agrícolas y la construcción de caminos y fuentes de agua desde modernos acueductos.

 Algunos artículos pedagógicos  se publicaron en 1891,  en el periódico El Araucano. Allí  aconseja la inversión en obras agrícolas y en modernas obras públicas que favorezcan la agricultura y la vida en el campo, también hablo sobre el mercado de los productos.

En el aspecto educativo, son amplios y variados sus conceptos. Siempre dándole prioridad a lo particular del país. Ya en Londres había escrito sobre el tema, pero es en Chile donde publica el 16 de julio de 1831 un estudio general de ciencias aplicadas a la industria y agricultura.

Su espíritu pedagógico incansable y su visión conservacionista  lo encontramos en los borradores de su poesía (La poesía de Bello en sus borradores. Pedro P. Barnola, 1962). En  ellos leemos una detallada lección práctica de agricultura.

 “ El poeta empieza por indicar al agricultor cómo debe observar las condiciones del terreno que piensa cultivar: según cual sea su clima y situación; si es tierra abundante en agua y si puede dársele regadío; si está o no en barbecho, y si requiere tala y quema de árboles y maleza, y cómo deberá hacerse ambas operaciones; si es tierra sombreada o muy asoleada, y cómo la baña el sol, y cuáles habrán de ser las plantas más propias para sembrar en uno u otro terreno según el clima. Detiénese luego a enumerar algunas especies vegetales que podrían cultivarse. Y entremezcladas con estas enseñanzas minuciosas y precisas de las faenas agrícolas, va el poeta también dictando discretamente enseñanzas morales y filosóficas acerca de la generosidad providencial del Creador; y hábilmente divaga un poco acerca de la perenne conservación de la materia, que nunca desaparece, sino se va trasformando dentro de un proceso finalista y misterioso”.

En sus aportes a la ciencias, apoyó siendo Rector de la Universidad de Chile, en 1849 la creación de un Instituto Astronómico  y la participación del país en las investigaciones.

Un aspecto menos conocido de  Bello, son sus artículos de carácter médico, ¡notables para su época! Donde diserta sobre el origen de la sífilis, el cólera, habla de la salud pública, la necesidad de sanear las aguas y su instalación intradomiciliaria para evitar la repetición anual de epidemias.

Andrés Bello  manifiesta su visión conservacionista en todos sus escritos y   en su poesía aboga  porque el campo vuela a recuperarse, después de la guerra de independencia, en hermoso trabajo, en libertad, en paz y alegría.




En 1846  Andrés Bello dirige una carta a su hermano Carlos en la que  expresa ese amor por la naturaleza que su  magnífica tierra venezolana había despertado en su alma.

«En mi vejez, repaso con un placer indecible todas las memorias de mi patria. Recuerdo los ríos, las quebradas, y hasta los árboles que solía ver en aquella época feliz de mi vida. Cuantas veces fijo mi vista en el plano de Caracas, creo pasearme otra vez por sus calles, buscando en ellas los edificios conocidos, y preguntándoles por los amigos, los compañeros que ya no existen.. ! Daria la mitad de lo que me resta de vida por abrazaros, por ver de nuevo el Catuche, el Guaire, por arrodillarme sobre las losas que cubren los restos de tantas personas queridas! Tengo todavía presente la última mirada que di a Caracas, desde el camino de la Guaira. ¿Quién me hubiera dicho que era en efecto la última? ¡Cuántos preciosos recuerdos me sugiere este templo y sus cercanías, teatro de mi infancia, de mis primeros estudios, de mis primeras y más caras afecciones! Allí la casa en que nacimos y jugamos con su patio y corral, con sus granados y naranjos. Y ahora ¿qué es de todo esto?»

Andrés Bello sigue siendo una figura familiar y a la vez desconocida, gracias a su trabajo multidisciplinario, se alzó como el mayor humanista de la historia de Hispanoamérica (Andrés Bello: La Pasión por el Orden.  Iván Jacsick, 2020).

Julia Elena Rial 

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Julia Elena Rial
Escritora, ensayista y docente argentina (Tandil, provincia de Buenos Aires). Reside en Maracay, Aragua (Venezuela). Profesora de castellano y literatura en el Instituto del Profesorado de Buenos Aires. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e Historia de las Ideas en la Universidad de Chile. Posgrado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, de Maracay. Ganadora del Premio Ensayo Miguel Ramón Utrera (1998) con Las masacres: ortodoxia histórica, heterodoxia literaria. Mención de honor en el Concurso de Ensayo Augusto Padrón de la Alcaldía del Municipio Girardot (Maracay, 2005).Ganó el Premio Mayor de las Artes y las Letras del Ministerio de la Cultura de Venezuela (2006) con el ensayo Memoria e identidad en José León Tapia. Autora de los libros Constelaciones del petróleo (2003) y El ensayo: identidad, memoria y olvido ( 2007). Colaboradora de la revista brasileña Hispanista y de la revista venezolana Letralia. Miembro fundador Agrupación Literaria Pie de Página y del Consejo Editorial de la Revista Cultural Pie de Página. Jurado del premio de ensayo Augusto Padrón 2001 y del premio de ensayo Marita King 2005

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