Julio Garmendia Precursor del Postmodernismo
A principios del siglo XX escritores como Julio Garmendia, Arturo Uslar Pietri, Julio Rosales daban pasos iníciales pero seguros por el camino de las trasformaciones en la narrativa venezolana.
Conceptualizaron la identidad literaria como un proceso de cambio y sintieron la necesidad de universalizar su patrimonio literario nacional en un híbrido con diferentes visiones expresivas, sin canonización.
Casos aislados entre los años 20 y 30, como el de Julio Garmendia a quien Javier Lasarte considera precursor del postmodernismo con su libro Tienda de Muñecos. Se trata de 8 cuentos no muy extensos entre cuyas ironías y ridiculizaciones se manejan críticas a la sociedad venezolana. El autoritarismo político, la educación paternalista, la pasividad de los intelectuales durante el gomecismo, todo está expresado con la máscara del discurso. En el cuento que lleva el nombre del libro la indecisión y ambigüedad está representada en la ambigüedad sexual de Heriberto y la fantasía de sus muñecos.
Lo fantástico, a que alude Víctor Bravo en Los poderes de la ficción es la envolvente que contiene lo real, un equívoco intencional que trasciende los límites de lo conocido para mostrar la precariedad entre aparentes fronteras infranqueables, Nietzsche pensaba que el mundo verdadero se ha vuelto fábula. El escritor asume en profundidad dos aspectos, la estética y el pensamiento como algo efímero, contingente, la muerte no es tragedia sino cambio, la mercancía se dinamiza con el lenguaje.
En el cuento ,El Camino de la gloria”(1917), Julio Garmendia habla de esa precariedad cuando dice: Los mayores deseos son apenas espumas que brotan y se pierden en la oscura corriente de la vida. Garmendia no dramatiza la carencia de futuro, la convierte en un hecho trivial, tan actual que sus cuentos han trascendido las épocas, vitalizando la literatura y aún tienen vigencia.
Casos aislados entre los años 20 y 30, como el de Julio Garmendia a quien Javier Lasarte considera precursor del postmodernismo con su libro Tienda de Muñecos. Se trata de 8 cuentos no muy extensos entre cuyas ironías y ridiculizaciones se manejan críticas a la sociedad venezolana. El autoritarismo político, la educación paternalista, la pasividad de los intelectuales durante el gomecismo, todo está expresado con la máscara del discurso. En el cuento que lleva el nombre del libro la indecisión y ambigüedad está representada en la ambigüedad sexual de Heriberto y la fantasía de sus muñecos.
Lo fantástico, a que alude Víctor Bravo en Los poderes de la ficción es la envolvente que contiene lo real, un equívoco intencional que trasciende los límites de lo conocido para mostrar la precariedad entre aparentes fronteras infranqueables, Nietzsche pensaba que el mundo verdadero se ha vuelto fábula. El escritor asume en profundidad dos aspectos, la estética y el pensamiento como algo efímero, contingente, la muerte no es tragedia sino cambio, la mercancía se dinamiza con el lenguaje.
En el cuento ,El Camino de la gloria”(1917), Julio Garmendia habla de esa precariedad cuando dice: Los mayores deseos son apenas espumas que brotan y se pierden en la oscura corriente de la vida. Garmendia no dramatiza la carencia de futuro, la convierte en un hecho trivial, tan actual que sus cuentos han trascendido las épocas, vitalizando la literatura y aún tienen vigencia.
Tienda de muñecos oscila en una permanente línea de flotación, los pocos personajes nadan a la deriva del juego del personaje abuelo, en boca de quien el escritor ha puesto una cadena significante de palabras cuyo interés nunca decae a pesar de su fantasiosa banalidad. La simbología desarrollada amerita hurgar en los fulgores del malestar por un nacionalismo a ultranza que llevaba hacia la decadencia un día floreciente nativismo, de ahí que los cuentos de Julio Garmendia se pueden considerar como protesta literaria, respuesta a un pedido silencioso que venía de lectores abúlicos ante una narrativa repetitiva, sin desmerecer muchos relatos y novelas costumbristas, regionalistas y nativistas que ayer y hoy son valoradas como clásicos de nuestra literatura. En todas las artes cuando una moda se entroniza va perdiendo vigor con la consiguiente degeneración de sus “productos”. Garmendia trasfundió el cuento venezolano con nuevas propuestas que en su momentos detonaron el medio literario.
En Tienda de Muñecos el lenguaje se convierte en el aliado del psicoanálisis, que invade el estar despierto en medio de lo fantasioso y disputa su campo con la realidad, que tan pronto se mercantiliza como le otorga vida a objetos inertes, realidad que se disuelve antes del tiempo para reconocerla. Todo es breve, rápido, permeado por las transgresiones del lenguaje. El escritor desarrolla un sistema crítico de la modernidad, desacraliza el poder a través de la ironía, de la burla estrafalaria que colinda con lo grotesco. Los personajes desempeñan una relación dual que desnuda la esencia de la modernidad productiva, progresista y en un acto creativo salvaguarda su integridad literaria con las primeras palabras: No tengo suficiente filosofía para remontarme a especulaciones elevadas del pensamiento. Garmendia no subordina la literatura a los desvelos intelectuales, por el contrario la prioriza, confecciona una zona ambigua en la que torna polivalente el significado con lo cual incrementa la expectativa del lector. El vaivén deambula entre los muñecos manejados al antojo de su dueño, metonimia de la situación dictatorial del país, y el impresionismo de imaginar que los muñecos preferidos y manoseados por Humberto podían transformar su sexualidad: A estos desdichados acababa por separarlos de los demás, sospechando tal vez que habían adquirido hábitos perniciosos en las manos de Humberto. El escritor elabora, además una relación entre el comercio bélico y la paz nacional en cuyo ensamble los soldaditos de plomo constituyen el eje de beneficios de la tienda. La gran ironía se agudiza en el menosprecio por los intelectuales archivados en un estante, sobre los cuales dice: No cifres pues mayores esperanzas en la utilidad de estos sabios. Sin embargo al finalizar el cuento el joven heredero de la Tienda restituye su puesto a sabios, doctores y religiosos.
El relato presenta dos discursos narrativos, además del escritor- presentador, el autor anónimo que narra la historia y el del abuelo que alucina su intimidad con los muñecos que cobran vida en sus sentimientos y produce un entendimiento que valora emocionalmente la mercancía. Existe una zona formada por la tienda en sí, el contexto doméstico, cuya definida frontera deja percibir otra delineada por el diálogo ritual del abuelo y las personificaciones de los seres silenciosos, espacio fantasmagórico creado por la imaginación del propietario, quien suelda en una misma imagen de un mundo maravilloso a los muñecos portadores de vida por la vida que ellos le han dado, ofertorio y donación que convierten la vulgar tienda en un escenario idealizado al estilo Marc Chagall , quien atribuía a las cosas y animales poderes ajenos a ellos. Los muñecos aparecen exentos de capacidades limitadoras, entregados al libre juego del trazo del abuelo que sabe que va a morir y prepara al nieto para que asuma la tienda.
Al final del cuento el encuentro con la muerte trunca el ritual polarizado entre la rutina del comerciante y la fantasía liberadora que codifica casi todo el relato. La muerte ocupa un espacio importante en la literatura a partir de la segunda guerra mundial, Garmendia se anticipa con el rito de la despedida, especie de viático para recomponer el esquema narrativo. El abuelo se desplaza en función de los muñecos, disminuye su consistencia para dejar espacio a la comunidad muñequística, tendencia que se inicia después del modernismo en la cual los grupos humanos sustituyen el protagonismo del personaje, contexto que se personaliza en la Tienda, en los muñecos. Una nueva propuesta que en poco tiempo se constituiría en renovación discursiva y que el escritor introduce con la simbología de la muerte que significa transformación.
Por primera vez en la literatura venezolana se extralimita el relato literario fuera de sus mismas fronteras al introducir la ficción adentro de la ficción, recurso usado por Enrique Bernardo Núñez, Arturo Uslar Pietri, Guillermo Meneses, entre otros. Fantasía que impregna el lenguaje del abuelo y del nieto quien alude a sacerdotes y religiosas como personas reales. Es tarea del lector entender las nuevas voces literarias expresadas por escritores que capturaron el espíritu de la sociedad y lo metieron en la lámpara mágica del cuento. El rumor literario no emana de una Tienda, Ciudad o Casa tomada, sino de sonidos preciso, modos de dicción, manifestaciones de la calle, de lenguajes que el escritor capta en su andar por el mundo, de discursos desarticulados, verbalizados y gesticulados en espacios humanos, con escasa estructura y fuerte expresividad, sometidos a la interpretación del escritor que le otorgará riqueza poética, antropológica e idiomática.
Tienda de Muñecos es una respuesta literaria al espíritu crítico del uso del lenguaje donde el juego de las preposiciones orientan la significación: en-de para, son usados en su justa dimensión, posesionan a los muñecos de su lugar en la tienda, les otorgan pertenencia, el antes y la tradición. Adjetivos y sustantivos funcionan como indicadores por su acentuación semántica de un término sobre otro: orden rigurosa…estricta jerarquía…lujosos y aristocráticos muñecos de chistera y levita. Garmendia acude al oximoron, figura retórica de antagonismo cuando contrapone la necesidad de los soldados guerreros para conservar la paz, paradoja de la realidad. El tema repetitivo en la obsesión del abuelo por su muerte compone una cadena significante que persigue sensibilizar al nieto acerca de la tienda, la tradición y la importancia de los muñecos en la vida familiar.
En Tienda de Muñecos el lenguaje se convierte en el aliado del psicoanálisis, que invade el estar despierto en medio de lo fantasioso y disputa su campo con la realidad, que tan pronto se mercantiliza como le otorga vida a objetos inertes, realidad que se disuelve antes del tiempo para reconocerla. Todo es breve, rápido, permeado por las transgresiones del lenguaje. El escritor desarrolla un sistema crítico de la modernidad, desacraliza el poder a través de la ironía, de la burla estrafalaria que colinda con lo grotesco. Los personajes desempeñan una relación dual que desnuda la esencia de la modernidad productiva, progresista y en un acto creativo salvaguarda su integridad literaria con las primeras palabras: No tengo suficiente filosofía para remontarme a especulaciones elevadas del pensamiento. Garmendia no subordina la literatura a los desvelos intelectuales, por el contrario la prioriza, confecciona una zona ambigua en la que torna polivalente el significado con lo cual incrementa la expectativa del lector. El vaivén deambula entre los muñecos manejados al antojo de su dueño, metonimia de la situación dictatorial del país, y el impresionismo de imaginar que los muñecos preferidos y manoseados por Humberto podían transformar su sexualidad: A estos desdichados acababa por separarlos de los demás, sospechando tal vez que habían adquirido hábitos perniciosos en las manos de Humberto. El escritor elabora, además una relación entre el comercio bélico y la paz nacional en cuyo ensamble los soldaditos de plomo constituyen el eje de beneficios de la tienda. La gran ironía se agudiza en el menosprecio por los intelectuales archivados en un estante, sobre los cuales dice: No cifres pues mayores esperanzas en la utilidad de estos sabios. Sin embargo al finalizar el cuento el joven heredero de la Tienda restituye su puesto a sabios, doctores y religiosos.
El relato presenta dos discursos narrativos, además del escritor- presentador, el autor anónimo que narra la historia y el del abuelo que alucina su intimidad con los muñecos que cobran vida en sus sentimientos y produce un entendimiento que valora emocionalmente la mercancía. Existe una zona formada por la tienda en sí, el contexto doméstico, cuya definida frontera deja percibir otra delineada por el diálogo ritual del abuelo y las personificaciones de los seres silenciosos, espacio fantasmagórico creado por la imaginación del propietario, quien suelda en una misma imagen de un mundo maravilloso a los muñecos portadores de vida por la vida que ellos le han dado, ofertorio y donación que convierten la vulgar tienda en un escenario idealizado al estilo Marc Chagall , quien atribuía a las cosas y animales poderes ajenos a ellos. Los muñecos aparecen exentos de capacidades limitadoras, entregados al libre juego del trazo del abuelo que sabe que va a morir y prepara al nieto para que asuma la tienda.
Al final del cuento el encuentro con la muerte trunca el ritual polarizado entre la rutina del comerciante y la fantasía liberadora que codifica casi todo el relato. La muerte ocupa un espacio importante en la literatura a partir de la segunda guerra mundial, Garmendia se anticipa con el rito de la despedida, especie de viático para recomponer el esquema narrativo. El abuelo se desplaza en función de los muñecos, disminuye su consistencia para dejar espacio a la comunidad muñequística, tendencia que se inicia después del modernismo en la cual los grupos humanos sustituyen el protagonismo del personaje, contexto que se personaliza en la Tienda, en los muñecos. Una nueva propuesta que en poco tiempo se constituiría en renovación discursiva y que el escritor introduce con la simbología de la muerte que significa transformación.
Por primera vez en la literatura venezolana se extralimita el relato literario fuera de sus mismas fronteras al introducir la ficción adentro de la ficción, recurso usado por Enrique Bernardo Núñez, Arturo Uslar Pietri, Guillermo Meneses, entre otros. Fantasía que impregna el lenguaje del abuelo y del nieto quien alude a sacerdotes y religiosas como personas reales. Es tarea del lector entender las nuevas voces literarias expresadas por escritores que capturaron el espíritu de la sociedad y lo metieron en la lámpara mágica del cuento. El rumor literario no emana de una Tienda, Ciudad o Casa tomada, sino de sonidos preciso, modos de dicción, manifestaciones de la calle, de lenguajes que el escritor capta en su andar por el mundo, de discursos desarticulados, verbalizados y gesticulados en espacios humanos, con escasa estructura y fuerte expresividad, sometidos a la interpretación del escritor que le otorgará riqueza poética, antropológica e idiomática.
Tienda de Muñecos es una respuesta literaria al espíritu crítico del uso del lenguaje donde el juego de las preposiciones orientan la significación: en-de para, son usados en su justa dimensión, posesionan a los muñecos de su lugar en la tienda, les otorgan pertenencia, el antes y la tradición. Adjetivos y sustantivos funcionan como indicadores por su acentuación semántica de un término sobre otro: orden rigurosa…estricta jerarquía…lujosos y aristocráticos muñecos de chistera y levita. Garmendia acude al oximoron, figura retórica de antagonismo cuando contrapone la necesidad de los soldados guerreros para conservar la paz, paradoja de la realidad. El tema repetitivo en la obsesión del abuelo por su muerte compone una cadena significante que persigue sensibilizar al nieto acerca de la tienda, la tradición y la importancia de los muñecos en la vida familiar.
En el cuento a principios del siglo XX venezolano hablar de líneas postmodernas, de escritura fantástica, de surrealismo no significó un repliegue de la literatura nativista sino su transformación. La tierra, el folclore, la oralidad, las costumbres renovaron su vocabulario y la estructura de sus discursos; lo importante es la tendencia de narrar, la capacidad para liberar la fuerza que contienen las palabras, desde la arbitrariedad de sus significados, desde la magia que las constituye con la marca que imprime cada escritor siguiendo una seria doctrina de la escritura.



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