Reflexiones sobre el ensayo en tiempos de internet

Siempre que término un ensayo pienso:

¿Por dónde comencé? ¿Por la literatura, la cultura o la vida?

No existe un principio justificado, presente y pasado se interceptan con las diferentes estructuras. Ambos se me presentan con multiplicidad de variantes: filosóficas, artísticas, literarias, hasta económicas y políticas, y ahora tecnológicas. Todas inciden en la producción de la literatura. Trato de buscar la destrucción de prejuicios y sólo encuentro en la casa literaria unas pocas veces, el desplazar ligeramente la tradición de sometimiento de los personajes, y otras subvertir la autoridad con manipulaciones de lo cotidiano.

REFLEXIONES SOBRE EL ENSAYO JULIA ELENA RIAL

Visto desde el lenguaje, los componentes literarios desbordan la temporalidad lineal, y se me hace imposible trazar límites inalterables entre épocas y tendencias. A veces creo hallar contornos definitivos, pero las configuraciones multilineales impiden colocar rótulos que, si bien me han ayudado a clasificar y establecer tendencias, no siempre se ajustan a la realidad, y sobre todo a la del lector. No es posible pensar los textos separados de las diferentes lecturas.

El hoy aparece con extraordinarios cambios lectorales, sobre todo por los lenguajes alternativos que presenta el Internet. Textos electrónicos que entrelazan hipertextos, cuya imagen en la pantalla tuve que aprender a manejar como lecturas coetáneas, diferentes al libro lineal convencional. Se trata de lenguaje en interacción que requiere de elementos claves: el lector que interprete el texto, la sensualidad del lenguaje que despierte los sentidos del lector, ella difiere del papel a la pantalla. Al mirar la palabra en una pantalla el lector se vuelve más analítico, oye con mayor detenimiento el ruido de las vocales, la ternura o el horror de las consonantes, el ritmo de las frases, le saca punta a las imágenes de las descripciones.
             
REFLEXIONES SOBRE EL ENSAYO JULIA ELENA RIAL

Ante la luz y el color, el lenguaje sensualiza la imagen de cada vocablo, y advierte como el escritor va construyendo unos personajes que, desde la lectura en la computadora, resaltan sus características entre el brillo y el color de los signos. Además de la presencia de lo impuro, y las distorsiones del lenguaje, que destruyen aquella recíproca garantía que existía entre forma y contenido, que sólo el tiempo borraba en el papel.

Hoy, la imagen descrita por la palabra, se estudia, se visualiza mentalmente, la forma de vestirse, actuar y hablar de muchos personajes que se construyen a partir de una desviación de la norma (palabras de Saussure), y en una semiótica de exacerbada sensualidad.

Es parte de la ficción jugar con mujeres de diferentes épocas, que se mueven al unísono, en la pantalla, donde la Catalina de Ángeles Mastreta se reconoce en la Anabella de Aguilar Camín y manipula el erotismo intencional con la Coro de José Balza, desde las ventanas coetáneas que ofrece la web. Observo los textos en la red, los interfiero con llamadas hacia otros textos para complementar conocimientos.

Los hipervínculos me motivaron a navegar por nuevas rutas de información, a veces diferentes de las que tenía programadas, y que me podían conducir más allá de la idea inicial. Igualmente me pasa con el libro impreso, y averiguo sobre nombres, lugares, teorías que el escritor cita, desde luego con la diferencia de que en Internet se agiliza el proceso y me ofrece, al unísono, múltiples opciones.

Los textos tradicionales incluyen lenguaje y algunas veces imagen, los electrónicos me envuelven con imágenes, música y comentarios, hasta la voz del escritor hablando sobre su propia obra. Sin duda la nueva tecnología enriquece el texto existente, y lleva a validar la recreación de unos significados que se repiten siglo tras siglo. Más allá de la actividad lectora, el procesar un texto leído, implica reconocer lo cualitativo de lo narrado, y poder discernir sobre el lenguaje, con sus simbologías y figuras utilizadas para crear la ficción.

Queda mucho por decir: la idea de considerar los protagonismos, como figuras socio-culturales, cuya meta debiera lograr un intercambio enriquecedor, para modelar y ampliar la flexibilidad, en el proceso de la comprensión de la lectura. Sobre todo, ante la dinámica cambiante del mundo actual, que exige transformar los protagonismos, y con ellos los estándares del lenguaje, hacia el reflejo de nuevas simbologías, mitos y tecnologías. Para algunos “Un choque entre generaciones”.

Es dado pensar que tanto la comunidad lectora tradicional, como la de Internet, unirán sus capacidades en función de las necesidades y deseos de la sociedad, cuyas trasformaciones no se detienen. Sin obviar las diferencias, pienso que el mundo de la narrativa creará estrategias para la consolidación de protagonismos femeninos que impliquen ir más allá del sentido vernáculo de Mujer-sexo que, sin duda, el internet exacerba con sus múltiples variables.

En todas las épocas los signos de la tradición se han impuesto históricamente, a veces escondidos entre las rupturas de vanguardia. Hoy las nuevas palabras, en el trajinar cotidiano, deshacen, por lo general, parte del camino andado al cuestionar la ortodoxia y afianzar, con sus transgresiones, una nueva estética.

La escritura es un acto de libertad que funda éticas y estéticas literarias. No recuerdo quien dijo que “mientras unos transitan por la página, otros marcan el itinerario de ese transitar.” Así el Internet, con su globalización de nuevos lenguajes, acabará con las insensateces de nacionalismos a ultranza, de fanatismos patriarcales. Los lenguajes del futuro viajarán más allá de la comarca, los límites no tendrán más límites.

El libro, como el lector, carece de fronteras, de códigos, se trata de un territorio para ser explorado cada día, que fertiliza en cada mirada. Es el sueño hecho realidad de un escritor y es la polifonía de voces de sus lectores, que insurgen contra la posición demiúrgica del autor y crean una pluralidad de visiones y de propuestas, democratizan el texto.

La lectura se convierte en un juego lúdico y vital, donde se mezclan tradiciones, mitos de lo ya cultivado, pero con miras a un futuro renovador.

La tradición pone a disposición un cruce de coordenadas que se dan en el momento de la lectura. Uno y otro, autor y lector, colonizan, cada uno a su manera y en su momento, el espacio textual, pero el autor lo habita sólo mientras lo escribe, luego lo entrega a la posteridad, como un legado histórico-cultural.

                                          

Serán los lectores quienes descifren, exploren y subjetiven el regalo que han recibido. Acudirán al encuentro del ritual interpretativo para fundir las voces de autores con el designio literario. El mismo caminante de ayer circula hoy por los pasillos del ciberespacio para escribir la literatura del futuro, siempre con la huella de un pretérito imborrable.



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Julia Elena Rial
Escritora, ensayista y docente argentina (Tandil, provincia de Buenos Aires). Reside en Maracay, Aragua (Venezuela). Profesora de castellano y literatura en el Instituto del Profesorado de Buenos Aires. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e Historia de las Ideas en la Universidad de Chile. Posgrado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, de Maracay. Ganadora del Premio Ensayo Miguel Ramón Utrera (1998) con Las masacres: ortodoxia histórica, heterodoxia literaria. Mención de honor en el Concurso de Ensayo Augusto Padrón de la Alcaldía del Municipio Girardot (Maracay, 2005).Ganó el Premio Mayor de las Artes y las Letras del Ministerio de la Cultura de Venezuela (2006) con el ensayo Memoria e identidad en José León Tapia. Autora de los libros Constelaciones del petróleo (2003) y El ensayo: identidad, memoria y olvido ( 2007). Colaboradora de la revista brasileña Hispanista y de la revista venezolana Letralia. Miembro fundador Agrupación Literaria Pie de Página y del Consejo Editorial de la Revista Cultural Pie de Página. Jurado del premio de ensayo Augusto Padrón 2001 y del premio de ensayo Marita King 2005

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