Después de Cien años

 ¿Habrá hoy, en este vivir de parecidas características, un poeta capaz de crear un lenguaje que marque nuevos rumbos?.

Después de cien años circunstancias económicas y sociales llevan a relacionar lo patético del hoy mundial con ese 1920 de post guerra, sordo a los ecos humanos, envuelto en un pathos que, a veces, no se comprende en toda su intensidad.


Es ese año, también crítico para Latinoamérica, que sufría aún las consecuencias de la guerra del Pacífico, sin poder esquivar la gripe de 1918, el paludismo, la hambruna, que siempre socava las raíces más nobles del ser humano.

La elegía de unas guerras que celebraron sus ritos en Europa y Latinoamérica llevo a que, de las propias potencias creadoras, afloraran nuevos juegos poéticos.

Ese principio del siglo XX, abruptamente hostil, no impidió que poetas como Vicente Huidobro interiorizara, en el mundo que lo rodeaba, la fantasía de crear un nuevo lenguaje independiente de la miseria real.


¿Habrá hoy, en este vivir de parecidas características, un poeta capaz de crear un lenguaje que marque nuevos rumbos?. ¿Que suprima las palabras bizarras, que trituran el alma de algunos versos y convierten la poesía en un acicate para herirse a sí mismos?

Un poeta que no tema participar en los sueños de un mundo diferente. En las congojas, en los reclamos y protestas de la vida, y busque con libertad, asombro y amor, el misterio cotidiano en la creación de ese mundo.

El poeta crea pensamientos, sin establecer dogmas. Expresa sorpresas sin desarmonías. Desahoga sus rebeldías cuando lo real no lo satisface. El placer de existir y rebelarse son sus significados. Debate con la muerte, se embriaga con la luz que inunda su alma, y expresarla es crear su propia trascendencia.

La Poesía es la revelación de un lenguaje que contempla, medita, se tensa, y como un fugitivo móvil, poetiza con el impulso, la idea y la sencillez seductora de la palabra creadora. Palabras capaces de hacer sentir, sin herir con las duras turbulencias del alma-mundo cotidiana.


Si Vicente Huidobro le dio patria al Creacionismo, este hoy desconcertante deberá expresar una paternidad lírica sin acíbar en sus lenguajes, que exprese un mundo de “sí se puede”, a la espera de una sintonía que vuelva a unirnos a todos.

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Julia Elena Rial
Escritora, ensayista y docente argentina (Tandil, provincia de Buenos Aires). Reside en Maracay, Aragua (Venezuela). Profesora de castellano y literatura en el Instituto del Profesorado de Buenos Aires. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e Historia de las Ideas en la Universidad de Chile. Posgrado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, de Maracay. Ganadora del Premio Ensayo Miguel Ramón Utrera (1998) con Las masacres: ortodoxia histórica, heterodoxia literaria. Mención de honor en el Concurso de Ensayo Augusto Padrón de la Alcaldía del Municipio Girardot (Maracay, 2005).Ganó el Premio Mayor de las Artes y las Letras del Ministerio de la Cultura de Venezuela (2006) con el ensayo Memoria e identidad en José León Tapia. Autora de los libros Constelaciones del petróleo (2003) y El ensayo: identidad, memoria y olvido ( 2007). Colaboradora de la revista brasileña Hispanista y de la revista venezolana Letralia. Miembro fundador Agrupación Literaria Pie de Página y del Consejo Editorial de la Revista Cultural Pie de Página. Jurado del premio de ensayo Augusto Padrón 2001 y del premio de ensayo Marita King 2005

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