Tras el aura y la huella de Mario Briceño Iragorry
Los asambleístas en 1960 elevaron El Limón a categoría de municipio foráneo del Distrito Girardot de Maracay. En 1986 fue proclamado Municipio Autónomo, con el epónimo de Mario Briceño Iragorry, no sólo por la representación ciudadana, democrática y cultural que representaba, sino por incorporar a las nomenclaturas de Aragua a un trujillano universal, libre, democrático, como símbolo de la receptividad que en nuestros lares han tenido personas de las diferentes regiones del país.
Mario Briceño Iragorry es fuente de conocimiento sobre nuestra región, donde se producían los mejores cultivos de añil y los más acabados beneficios. Eran los tanques de la Hacienda La Trinidad los que resplandecían con el azul brillante del añil, lo que Andrés Bello llamó “la lumbre del zafiro”.
Aún más, la urbanización Caña de Azúcar debe su nombre a las enormes extensiones del exquisito sembradío que ya en la lengua de los brahamanes era conocida como sarkara, de donde la toma el latín medieval y la convierte en saccarum, luego de haber endulzado el vocabulario y las comidas de los persas y árabes.
Mario Briceño Iragorry nos regala un precioso ensayo Caña de azúcar, entre cuyas líneas aprendemos la historia de uno de nuestros primigenios cultivos que era fuente de trabajo y riqueza en la región. Hoy convertidos en tierra arrasada.
Mucho le debemos a este trujillano, leerlo consolida los conocimientos sobre nuestro Estado, en afán de que el país se cubra con una envolvente de patrimonio y tradición histórica cultural y económica. Hay ya lugares emblemáticos, pero el ir y venir de las actividades irá agregando otros símbolos para las futuras generaciones.
Mucho le debemos a este trujillano, leerlo consolida los conocimientos sobre nuestro Estado, en afán de que el país se cubra con una envolvente de patrimonio y tradición histórica cultural y económica. Hay ya lugares emblemáticos, pero el ir y venir de las actividades irá agregando otros símbolos para las futuras generaciones.
Lugares que no sean centros de poder individual como lo fueron la Trinidad y el trapiche, porque el derecho comunitario combinado con el hacer será contribución de todos los habitantes del Municipio, sin que los elementos importantes que prevalezcan dejen de adquirir formas simbólicas de referencia regional.
Experimentemos nuestra localidad mientras, caminamos por ella, para así otorgarle signos de estabilidad y sentimiento de permanencia, la misma que plasmó Mario Briceño Iragorry en sus libros. Sus significativos ensayos trataron de reconstruir la vida social, económica, política e histórica de Venezuela, en afán de que el país se cubriera con una envolvente del aún débil patrimonio y tradición histórica y cultural.
Experimentemos nuestra localidad mientras, caminamos por ella, para así otorgarle signos de estabilidad y sentimiento de permanencia, la misma que plasmó Mario Briceño Iragorry en sus libros. Sus significativos ensayos trataron de reconstruir la vida social, económica, política e histórica de Venezuela, en afán de que el país se cubriera con una envolvente del aún débil patrimonio y tradición histórica y cultural.
El ensayista trujillano, animado por un espíritu crítico y constitucionalista, contribuyó a enriquecer, no sólo el ámbito intelectual del país sino también el discurso literario, dentro del cual envolvió con ética y estética, las fuentes de la nacionalidad venezolana, y las raíces ideológicas latinoamericanas. En sus investigaciones se entrecruzan el solar trujillano con el análisis de la identidad y con el sentimiento iberoamericano. La problemática de la educación es otro tema fundamental para este escritor, conocedor de los procesos de transformación del quehacer cultural de los pueblos.
Escribió sin límites artificiales, ajustando la realidad a la poética ensayística, consciente de que la vida del hombre en sociedad es una travesía, en ella nos lleva de la mano a Casa León y su Tiempo.
Escribió sin límites artificiales, ajustando la realidad a la poética ensayística, consciente de que la vida del hombre en sociedad es una travesía, en ella nos lleva de la mano a Casa León y su Tiempo.
La hacienda de La Trinidad, casa de Antonio Fernández de León, reducto de esclavos a finales del siglo XVIII. Cuartel General del Generalísimo Francisco de Miranda en 1812, más tarde entregada como botín de Guerra al General José Antonio Páez, usufructuada por Juan Vicente Gómez en el primer tercio del Siglo XX y posteriormente convertida en asiento benedictino y en la escuela Padre Leith. Casona abandonada hoy al albur de los vientos que sacuden sus míticas ventanas.
Este Ensayo nos hace conocedores de los desmanes del Marques de Casa León. Briceño Iragorry trata con severidad la corrupción administrativa de la Colonia en el Siglo XVIII, y nos deja pensativos al relatar que los adobes de La Casa de La Trinidad de El Limón, vivienda del Marqués, guardan entre sus secretos la sangre esclava derramada, en medio de los sembradíos de añil y caña de azúcar. La historiografía de lucro y ambiciones, que Briceño Iragorry refiere, son un tono de advertencia sobre el agar corrupto que fraguó los cimientos de nuestra historia fundacional, y que hoy parece haber anidado entre la basura, la contaminación, la inseguridad y la criminalidad que envuelven a Maracay.
También supo el escritor dejarnos hermosas páginas acerca de nuestras riquezas de la tierra que fueron, hasta hace algunos años, fuente de trabajo en varias regiones del país. En Alegría de la Tierra plasmó el mapa económico del siglo XIX. El añil, el maíz, el cacao, la caña de azúcar, protagonistas de algunos ensayos en los que detalla, con datos e imágenes letradas, historias breves que integran nuestro acervo cultural y productivo.
Desde lo histórico y económico nos lleva a pensar la tradición como dimensión creadora, que, sin negar el progreso, salva la permanencia de lo nuestro. Encontramos estas ideas en Aviso a los Navegantes, donde dice el escritor “Sin tradición una colectividad no cuaja en pueblo… no existen los cimientos sobre los cuales levantarlo”. Desde luego siempre con su concepto de que lo regional no contradice lo universal, sino que lo vigoriza. Estos sentimientos, que atañen al hombre común tanto como al escritor, los fue cultivando desde niño, fomentados por sus padres, más tarde acrecentados con los estudios, con la profesión y, por último, con la lucha periodística contra la dictadura de Pérez Jiménez, a raíz de la cual tuvo que sufrir el exilio en España en 1953. Allí comienza el diario convivir con una enfermedad coronaria que culminaría con su muerte al llegar a Caracas en 1958.
La de Mario Briceño es una vida que obedece a un solo mandato, el de la integridad que se palpa en toda su obra como motivo recurrente, siempre en busca del mediodía de las palabras para darle brillo y riqueza a su discurso.
No se trata de recordar a Mario Briceño Iragorry para volver hacia atrás, es sólo dar una profunda mirada a sus escritos para reconocernos en ellos.
La de Mario Briceño es una vida que obedece a un solo mandato, el de la integridad que se palpa en toda su obra como motivo recurrente, siempre en busca del mediodía de las palabras para darle brillo y riqueza a su discurso.
No se trata de recordar a Mario Briceño Iragorry para volver hacia atrás, es sólo dar una profunda mirada a sus escritos para reconocernos en ellos.
En su ensayo Mensaje sin destino dice: “Nosotros, lejos de perseguir fórmulas que nos pongan en el dominio de las fuerzas tradicionales, intentamos destruir de raíz el estilo de vida de la comunidad, cada vez que el azar nos permite influir en el destino social o cultural de nuestro pueblo. Sin mirar los balances favorables y los signos positivos de las épocas anteriores, buscamos hacer la tabla rasa para empezar una nueva construcción. Por ello, de cambio en cambio, de modificación en modificación, de sistema en sistema, de ensayo en ensayo, hemos llegado, en el afán de borrar el pasado, hasta frustrar nuestra genuina fisonomía nacional”.
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