El juego entre lo real y fantástico en La Media espada de Amadís de Salvador Garmendia

La ficción en los cuentos de Salvador Garmendia comprende un universo visual ligado a las esferas del encantamiento para producir los efectos de olor, color, rasgos físicos, la naturaleza en su fantasía correspondiente.

El juego entre lo real y fantástico en La Media espada de Amadís de Salvador Garmendia por Julia Elena Rial. Literatura 2.0

Es la voz de un narrador cuya presencia acude en busca del valor que le desea otorgar a la palabra en Las casas en esta barriada…como insertas en una estantería o a Blakaman el domador que Aparecía en la pista vistiendo únicamente un taparrabos,…la mirada de piel cobriza, que bajo el efecto de las luces parecía desteñirse por los flancos y formaba biseles amarillos del color de los viejos espejos.

Los recursos visuales se convierten en Garmendia en productores de significados. En La media espada de Amadís se observa la búsqueda de la resonancia interior en un personaje que reproduce una fantasía de la época de los libros de caballería para evadir la ciudad enajenada; una manera de no ser aniquilado porque su juego imaginario lo convierte en un Amadis que compite con el auténtico en amores y aventuras.

El juego entre lo real y fantástico en La Media espada de Amadís de Salvador Garmendia por Julia Elena Rial. Literatura 2.0

El narrador recoge el relato desde un viejo libro que el protagonista ha encontrado en el desván de su casa, y lo va siguiendo en su fantasía heroica porque

Tiene la certeza total de que únicamente las páginas de un libro son un arca segura de donde nadie escapa. Cuando lee, y digamos que lo hace durante todos los claros del día, las líneas consumidas en silencio son humo blanco que pasa por en medio de él y algún tiempo después, gravitadas, regresan a su propio tiempo.

En ese fantasear el lenguaje borra los límites entre las sensaciones que la sensualidad le permite, para así asediar la metáfora. Como dice Miguel Antúnez en la novela Días de ceniza: Es el afán de acercarse a las superficies hasta diluirlas en el ojo y sentir el roce en las pestañas, o de roer con las uñas las partes blandas o porosas. La pasión por las apariencias de los detalles permite al lector navegar por la sensualidad que emerge del lenguaje. Manera de narrar que se adueña de momentos alucinantes, cuyas imágenes, a veces fugaces, introducen el elemento sorpresa.

La presencia de Uganda, bruja de la novela Amadis, capaz de transformar el curso de los dos relatos, sorprende al protagonista y al lector y los sumerge en el mundo de lo irreal porque Solo ella tiene el poder de cambiar las cosas y dar comienzo a una nueva historia diferente, a todo lo que está ocurriendo si esa es su voluntad, dice el narrador. Pero Uganda intercambia roles con su supuesto poder y se convierte en un anciano montado en un burro que transporta un haz de leña. La escena surrealista le hace decir al joven Lo estaba viviendo todo como en una película, ya que de esta manera podía imaginar que era verdad, o que en alguna parte algo como esto estaba ocurriendo.

Luego de vagar por el relato, como interesante prestidigitador, Amadís permanece en su propio tiempo. Es la bruja Uganda quien se convierte en viajera del espacio, una visión tan real que perturba al joven en la confirmación de un grado de intimidad con el pasado que parece inaccesible porque sorprendido el muchacho ya no se atreve a dar un paso más. Teme que la encantadora le diga algo y no sepa como responderle

Garmendia trastoca los valores como contraparte al realismo mágico de lo cotidiano caribeño. Ya no se trata de enfocar la gran contradicción entre lo real y los sueños, que también son reales para el protagonista, sino en plantear formas de evasión que sobrepasan lo posible para centrar la enunciación del relato en un cruce donde todas las categorías de la vida se confunden.

Dentro de este espectro el escritor juega con espacios y tiempos intercambiados; tan pronto aparece el lector del Amadís de Gaula en su lugar real con el libro entre las manos, como viaja a un pasado que está descubriendo, lo obsesiona y se posesiona de él.

El antes y el ahora, el adentro y afuera de los Amadises se pone en evidencia cuando el muchacho, que no ha movido los ojos del libro, le dice a su héroe: No creas que soy tan tonto, un día seré armado caballero, ya verás. Voy a dedicarte mi primera batalla. Salió del cuarto y caminó en dirección a la calle.

El expresionismo del cuento sesga la fantasía contaminada por presente y pasado, y aunque pareciera romperse la unidad narrativa al interpolar un relato del siglo XIV con la modernidad del siglo XX, sin embargo, el hecho de ubicar al lector del Amadís en El Valle de las Damas, lugar en el Estado Venezolano de Yaracuy, bautizado así por Nicolás Federman en el siglo XVI, conceptualiza la idea del escritor de fundir paisaje y Amadís en un correlato atemporal. Lo sugiere el narrador cuando dice: ¿Qué significan cinco siglos para este paraje? Pero también revive la antigua polémica que en su época condenó los libros de caballería por las perturbaciones que podían causar en los jóvenes.

A momentos el narrador se presiente ofuscado por lo que relata y conduce al protagonista al “río del olvido”. El mítico Leteo descrito como lo roído, descompuesto con Polvos de huesos calcinados…Los sarmientos se diría que huelen los efluvios humanos y lanzan latigazos certeros que se llevan gotas de sangre.

El escritor irrumpe contra la sensibilidad de lo caballeresco desde una visión del imaginario escatológico, con un juego que hace resaltar lo aparente y lo sistematiza intercalando un estilo que se repite en toda su narrativa.

Así mientras Waldina, la viuda, atrae al joven, de su boca salen Gotas de saliva saltan entre los dientes…Quiere reír y parece que una buchanada de sangre le viniera a la boca.

En las páginas de la novela Días de ceniza Garmendia insiste en el realismo coprológico al describir una mujer que orina: Podría estarse desangrando por aquel chorro interminable que le salía del vientre. Reminiscencia, sin el recurso lírico, del poema Tango del viudo de Pablo Neruda: Oírte en largas noches sin mezcla de olvido/… Para oírte orinar en la oscuridad, en el fondo de la casa/ como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada. El relato hace de la palabra el fluido que evidencia los límites de lo abyecto con la presencia de Waldina, y sesga lo pornográfico con la simbología inequívoca del lenguaje de deseos y represiones oníricas. El humor negro explora las visiones reales que levitan alrededor del muchacho con la lectura perturbadora del Amadis De Gaula.

Al incorporar en la intratextualidad de su relato elementos de poesía latinoamericana el escritor acusa su idea de apropiación de lenguajes y de intercambio de géneros literarios para darle mayor poder a los significados, siempre en la búsqueda de la palabra que amplíe la envolvente entre la cruda realidad y el dato fantástico que rodea al protagonista. Tras ese afán el escritor salta las apariencias y las esconde en metáforas sexuales. Combustiona la realidad y la transforma en el efecto verdadero, bajo la apariencia del personaje imaginario: Él siente que las piernas se le vuelven agua, mientras por otros conductos en su cuerpo corre el fuego. La media espada de Amadis se clava en la vaina. Su calor es tan fuerte que podría quemarle el pantalón.

El cuento se va erotizando mientras el narrador desmenuza cada acto vivido, exaspera al mundo sensual con la máscara de la fantasía. El delirio del personaje y la alucinación se deslizan para demostrar que existe una obsesión producida por la lectura del Amadis, una ilusoria vitalidad compuesta de fragmentos intermitentes se adueña del lector en tiempos ficticios. El muchacho no puede liberarse de Amadis, él también es el otro y el narrador es el amanuense que describe su mundo onírico con un tiempo revocado y múltiples espacios. Cuenta una historia ultraliteraria, excéntrica, con opciones sobrenaturales en geografías posibles.

¿Podemos hablar de La media espada de Amadis como de un relato alegórico, de cuento onírico, fantástico, parodia?

Tal vez tengamos que dejar a un lado las clasificaciones y permitirnos la arbitrariedad para comprender que se trata de un relato que se autoalimenta internamente a través de la presencia de las mujeres del Amadis, de las soñadas voces dialógicas, de la doble temporalidad, del narrador que intercepta la voz del lector ficticio para introducir la realidad en medio de la fantasía. De la búsqueda de la doble personalidad del personaje para vivir destinos diversos y evadir los límites habituales de su identidad.

El protagonista no desea encontrar la verdad porque sabe que el día que la encuentre dejará de ser libre. Como dice Olga Orozco:

Aún después de la muerte hay un encuentro con la cara última de uno mismo.
En el relato no se problematiza la muerte sino la pérdida de un mundo irrecuperable, del cual solo le resta al lector ficticio mirar el pasado desde su subconsciente, disociando una personalidad codiciosa de fantasía.
El juego entre lo real y fantástico en La Media espada de Amadís de Salvador Garmendia por Julia Elena Rial. Literatura 2.0
Discurso que responde a estas palabras de Salvador Garmendia: Hoy soy capaz de asegurar, con pleno conocimiento de causa, que existe alguna inadvertida ponzoña en el ojo humano cuyo poder de contaminación penetra sutilmente en el objeto deseado.




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Julia Elena Rial
Escritora, ensayista y docente argentina (Tandil, provincia de Buenos Aires). Reside en Maracay, Aragua (Venezuela). Profesora de castellano y literatura en el Instituto del Profesorado de Buenos Aires. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e Historia de las Ideas en la Universidad de Chile. Posgrado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, de Maracay. Ganadora del Premio Ensayo Miguel Ramón Utrera (1998) con Las masacres: ortodoxia histórica, heterodoxia literaria. Mención de honor en el Concurso de Ensayo Augusto Padrón de la Alcaldía del Municipio Girardot (Maracay, 2005).Ganó el Premio Mayor de las Artes y las Letras del Ministerio de la Cultura de Venezuela (2006) con el ensayo Memoria e identidad en José León Tapia. Autora de los libros Constelaciones del petróleo (2003) y El ensayo: identidad, memoria y olvido ( 2007). Colaboradora de la revista brasileña Hispanista y de la revista venezolana Letralia. Miembro fundador Agrupación Literaria Pie de Página y del Consejo Editorial de la Revista Cultural Pie de Página. Jurado del premio de ensayo Augusto Padrón 2001 y del premio de ensayo Marita King 2005

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