La descripción: huérfana literaria (Segunda parte)

 

El rastro de la palabra.

En el Diccionario Latino-Español de Blanquez Fraile, descriptio-onis tiene un valor semántico muy amplio: es copia, dibujo, asecho, descripción de lugares, costumbres, ambientes, caracteres.
El rastro de la palabra descripción
La literatura grecolatina nos ofrece un extenso panorama de sus usos, bajo el nombre de hipotiposis era considerada una figura de pensamiento. No extraña entonces que Virgilio encerrara el significado de la guerra entre griegos y troyanos en la descripción de infinitud mítica de la tempestad que desencadenan los dioses contra Troya.

Frente a lo etimológico encuentro taxonomías irreverentes que la clasifican en: topográfica, crinográfica y otras gráficas más que desvirtúan, momifican y le roban el ánima que permanece escondida en las palabras de la descripción.

Sin embargo, no hay poema, narración, drama o artículo periodístico en cuyo interior no se perciba la intención anímica de describir. Aunque sea en forma de breves instantáneas, de crear una operación retórica donde las imágenes valgan menos por sí mismas que por la significación que aportan, datos que sirven para enraizar la ficción con la realidad.
El rastro de la palabra descripción
Porque es la palabra la que evoca, ella es el lugar ideal para el artificio artístico, su versatilidad hace que las cosas reales, estáticas o animadas, vivientes o inertes, se conviertan en lo que no son. Y es la palabra la que se transforma en densidad del lenguaje, cuando el escritor internaliza lo que ve y describe el mundo en ideas y emociones que van a la zaga de un fugitivo móvil que lo inspira, ya sea por goce contemplativo o por un patético deseo ontológico.

En la descripción que de la Silla de Caracas, de los Valles de Aragua, del Chimborazo o de la Sabana de Bogotá hace el cronista brasileño Miguel María Lisboa en 1853, muestra el asombro ante el paisaje inesperado, y el entusiasmo al describir los adelantos modernos en haciendas azucareras del centro venezolano.

¿Cómo no ir más allá de las palabras?

Cuando Enrique Vila-Matas refiere en El Viaje vertical, la emoción que desencadena en Federico Mayol la inmensidad del Océano Atlántico. Cuya cólera identifica el personaje con su estado espiritual actual al “ver las olas avanzar hacia la orilla con malévolos destellos y alzarse más y más, relucientes como si fueran de vidrio, tensas como cobras, abrían las fauces y se quedaban quietas...”.
El rastro de la palabra descripción
Vila-Matas no articula la referencia teórica sino un proceso interpretativo como tipo textual de la imaginación, determinado por la utilidad metafórica del concepto y la potencia expresiva del texto revestido de una visión psicoanalítica, antropológica, vital, que constituye un interesante híbrido literario, donde cada dominio posee su especificidad propia unido por el lenguaje y la interpretación del lector.

No rechazo la pretensión de una crítica con características de ciencia, es interesante en su justa medida, cuando no olvida que la palabra describe y expresa pensamientos, que los pensamientos crean nuevas palabras y que el lenguaje es mucho más que superficie textual.

De ahí lo difícil que es hacer una preceptiva sobre el arte de describir, porque este depende de estilos, de concepciones de vida y visiones del mundo, donde el simbolismo de la palabra está condicionado al ojo que ve, a la mano que dirige el que piensa, o a la mirada introspectiva que dicta el “ojo que no ve”, como la de Homero cuando describe un mundo teogónico visualizado desde la profundidad de sus tinieblas, con los recuerdos que le habían dejado aedos, rapsodas y diakeustas.
El rastro de la palabra descripción
La palabra del descriptor va más allá de lo que abarca la mirada humana, resiste al tiempo y a la materia caduca; crea una atmósfera para ubicar una situación donde los caracteres, los ambientes, los juegos, las luchas y hasta los sueños están enunciados en la retórica descriptiva. Así transforma el hombre, con la palabra, un mundo que no lo satisface. Evade la realidad para que las cosas se asemejen a ella pero no sean ella misma.
El rastro de la palabra descripción
Por eso describir es hacer vibrar la fantasía, como en el universo encantado de los cuentos infantiles. Desatar las riendas de la imaginación y convertir objetos petrificados en cosas vivientes, en las cuales el narrador se refleja de cuerpo entero. Y, aunque parezca paradójico, es la razón la que mueve la imaginación y la lleva a aprisionar, en moldes literarios, mundos inabordables en los cuales muchas veces deambula el escritor para lograr a través de la descripción esa sobrevida que le otorga a la palabra.

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Julia Elena Rial
Escritora, ensayista y docente argentina (Tandil, provincia de Buenos Aires). Reside en Maracay, Aragua (Venezuela). Profesora de castellano y literatura en el Instituto del Profesorado de Buenos Aires. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e Historia de las Ideas en la Universidad de Chile. Posgrado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, de Maracay. Ganadora del Premio Ensayo Miguel Ramón Utrera (1998) con Las masacres: ortodoxia histórica, heterodoxia literaria. Mención de honor en el Concurso de Ensayo Augusto Padrón de la Alcaldía del Municipio Girardot (Maracay, 2005).Ganó el Premio Mayor de las Artes y las Letras del Ministerio de la Cultura de Venezuela (2006) con el ensayo Memoria e identidad en José León Tapia. Autora de los libros Constelaciones del petróleo (2003) y El ensayo: identidad, memoria y olvido ( 2007). Colaboradora de la revista brasileña Hispanista y de la revista venezolana Letralia. Miembro fundador Agrupación Literaria Pie de Página y del Consejo Editorial de la Revista Cultural Pie de Página. Jurado del premio de ensayo Augusto Padrón 2001 y del premio de ensayo Marita King 2005

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