La descripción: huérfana literaria (Primera parte)


Exégesis de la descripción.

Descubro un niño asombrado ante impresiones furtivas y una mujer que vuelca su intimidad con ímpetu creador en unos: “¡Ojos a toda luz y a toda sombra! / Heliotropos del Sueño! / Plenos ojos que encandiló el Milagro / y que no asombra jamás la vida...”, Delmira Agustini, En tus ojos.
Exégesis de la descripción por Julia Elena Rial
Son estas imágenes, fugaces y distintas, que cada persona crea en afán de su propia trascendencia las que me han movido a la tarea de buscar un camino reivindicativo para escribir una exégesis justa sobre la descripción.

Despertar interés intrínseco en la propia descripción es un duelo literario, ya que se trata de un contexto verbal que debe ser breve, cautivante, artístico, figurativo, pictórico y bien escrito.

Tal vez por eso en los libros escolares le dedican solo media página a la descripción y los críticos literarios como Gerard Genette la devalúa en Fronteras del relato llamándola “esclava de la narración”, aun cuando la considera una subsidiaria indispensable en cualquier género discursivo.

Se acumulan en los manuales de literatura definiciones y clasificaciones. De vez en cuando en un taller literario se le dedica a la descripción algún previo para deshojar, sílaba tras sílaba las barrocas descripciones de Alejo Carpentier. Ya sea para devaluar el neomanierismo latinoamericano o analizar fríamente frases descriptivas que en Los pasos perdidos hablan de “El camino del río, con sus magnolias enanas, y la verja enrevesada en garabatos, al estilo de Nueva Orleans”.

Pero difícilmente los expertos en estudiar las estructuras narrativas se percatarán de que entre el universo telúrico del trópico descrito en Los pasos perdidos se siente el latido del pensamiento artístico moderno; Carpentier desarrolla un híbrido descriptivo de simbolismo múltiple, música, arte, mitos, que concuerda con conceptos que él mismo ha manifestado sobre la novela al decir: “Todos los estadios de la civilización, conocidos por el hombre, a lo largo de su historia, pueden contemplarse, en plano de contemporaneidad, en el continente americano”.
Exégesis de la descripción por Julia Elena Rial
El lugar en Los pasos perdidos es un espacio fuertemente simbolizado, a través de él se lee la identidad y la naturaleza que sus personajes comparten. Alejo Carpentier construyó un territorio retórico donde cada uno se reconoce en las cosas descritas, lo cual no podría hacerse sin la creación de un lenguaje que significara el sentido, saber y conocer expresado por el paisaje.

Pero no hubo ciencia literaria que enseñara a Milton, ya ciego, las sombrías e infernales descripciones del Paraíso Perdido. El escritor, cuyas ideas revolucionarias lo llevaron a ser castigado por la restauración monárquica, se dejó guiar, tal vez, por las vicisitudes de su vida, para dejarnos los doce libros de los Paraísos. Entre cuyas descripciones las del infierno y los combates de los ángeles vibran en sombríos y tenebrosos lenguajes y contrastan con las de cielos luminosos y festivos en las que Dios, el Verbo Divino y el hijo son personas distintas; extraordinarias pinturas verbales coincidentes con el pensamiento audaz del escritor, quien con una postura neoarriana consideraba que Cristo y Dios eran dos personas diferentes.

Nadie más que un gen creador pudo haber inspirado las bucólicas escenas de Campos de Castilla en las que Antonio Machado vuelca en vivificadores cuadros poéticos las transformaciones que el tiempo impone a las zonas campesinas de su región española. Paisajes que no deben ser vistos con la conciencia turística de quien lee sobre sembradíos de papa o vendimias anuales.
Exégesis de la descripción por Julia Elena Rial
Ante las descripciones de Machado el lector debe cambiar de piel, sufrir una misteriosa transformación que lo lleve a participar de las bellezas distantes, de paisajes a veces ajenos a su sensibilidad, adentrarse en el medio que dio origen a la obra poética.

En estos autores describir no es un aparte, sino la parte que expresa significaciones, de tradición afectiva en Machado y audaces conceptos literarios y religiosos en Milton.

El lector de descripciones, como el antropólogo, tiene que convertirse en lector participante de otras culturas; siempre encontrará descripciones que escapan a escuelas estético-literarias establecidas.

¿Cómo comprender y valorar lo descrito?


Aquí está el problema. De lo literal a lo figurado se presenta un abanico de diferentes matices estéticos e ideológicos que se esconden en temáticas románticas, realistas, abstractas, en el dibujo verbal, o en expresiones eclécticas.




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Julia Elena Rial
Escritora, ensayista y docente argentina (Tandil, provincia de Buenos Aires). Reside en Maracay, Aragua (Venezuela). Profesora de castellano y literatura en el Instituto del Profesorado de Buenos Aires. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e Historia de las Ideas en la Universidad de Chile. Posgrado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, de Maracay. Ganadora del Premio Ensayo Miguel Ramón Utrera (1998) con Las masacres: ortodoxia histórica, heterodoxia literaria. Mención de honor en el Concurso de Ensayo Augusto Padrón de la Alcaldía del Municipio Girardot (Maracay, 2005).Ganó el Premio Mayor de las Artes y las Letras del Ministerio de la Cultura de Venezuela (2006) con el ensayo Memoria e identidad en José León Tapia. Autora de los libros Constelaciones del petróleo (2003) y El ensayo: identidad, memoria y olvido ( 2007). Colaboradora de la revista brasileña Hispanista y de la revista venezolana Letralia. Miembro fundador Agrupación Literaria Pie de Página y del Consejo Editorial de la Revista Cultural Pie de Página. Jurado del premio de ensayo Augusto Padrón 2001 y del premio de ensayo Marita King 2005

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