Personajes femeninos en la literatura: Reflexiones preliminares (Part. 2)
Hace falta revisar los fundamentos históricos y literarios para, luego de conocer los apriori, reflexionar acerca del porqué las ficciones no encontraron, ni encuentran, formas adecuadas para llevar a la narrativa los personajes femeninos, con futuros promisores, o presentes en pleno desarrollo de libertad intelectual, social y afectiva.
Al valorar los personajes femeninos en la literatura, a través de diferentes épocas y tendencias, se observa que, sin dejar de ser reales, se trata de personajes que repiten, siglo tras siglo, una subvaloración de la mujer, superada en algunas leyes occidentales.Son pocas las obras literarias en las que el diario vivir femenino se adecúa a cambios culturales, donde las mujeres tomen determinaciones con plena independencia. El tiempo impone, a las escritoras y escritores, paradigmas de tradiciones para justificar un sistema memorioso, del cual la literatura no ha podido desembarazarse.
Encontraran en este ensayo conceptos ya emitidos sobre el tema. La idea es revisar y restaurar ciertos aspectos de la literatura, importantes en el contexto de este trabajo.
En Latinoamérica las primeras expresiones escritas sobre la mujer autóctona se encuentran en las Crónicas, documentos conservados en bibliotecas de órdenes religiosas, en Latinoamérica y en España. Hoy se puede acceder a muchos de ellos desde las páginas que algunas Instituciones han llevado a la Web.
Se puede abordar el comportamiento de la mujer aborigen, frente al conquistador, como instrumento de contradicciones culturales. Recordemos las palabras de Simón Rodríguez: “Más cuenta nos tiene entender a un indio que a Ovidio.”
El pirata inglés es parte constitutiva de ese grupo de cronistas, que niega el valor del intelecto a los pobladores autóctonos. El pragmatismo le impedía a Hawkins comprender las razones profundas, que motivaban el rechazo de las mujeres de una desconocida América, a la seducción de portadores de una cultura diferente a la suya.
En lo que respecta al comportamiento humano, su fundamentación puede ser suministrada por los estudios antropológicos, sociológicos, y económicos. Por la historia, y las etnicidades humanas contenidas en sus diferentes períodos.
Jacques Derrida en De la Gramatología habla del mal que significó para la mujer la violencia de la letra; se refiere a la violencia contenida y diferida en el cambio de nombres propios, en espacios dominados por culturas extrañas al habitante autóctono.
Dice Derrida: “La guerra de los nombres propios sigue a la llegada del extranjero y uno no se sorprenderá por ello… la gente ha impuesto a los indígenas sobrenombres ridículos, obligándolos a asumirlos desde adentro”. El autor la considera violencia sorda, pero oprimente y gravosa. Se produce una “vía rupta” en la mujer, franqueada por el espacio de reversibilidad con la forma impuesta, diferente; Derrida lo expresa tan perjudicial como el mal de la guerra y la violación humana.
El filósofo y lingüista francés habla de sustitutos de la conciencia moral y social, como sello desestabilizador de identidad, que muchas veces no es entendida, ni asumida, por la generación designada para sufrirla. Aunque el concepto generación es maleable y escurridizo, la idea en este espacio es la de grupo social que converge, en un mismo período, para asumir un proceso cultural con problemas comunes.
La razón que sirve de guía para revisar antecedentes históricos, literarios y antropológicos no está exenta de cierto subjetivismo, propio de todo ensayista, para poder argumentar las especulaciones que el lector encuentre entre estas páginas; sugerir, además, como la literatura va siempre a la zaga de hechos y transformaciones sociales.
Pocas veces la narrativa intenta disolver viejos esquemas culturales. Las tradiciones, la religión y visiones arcaicas privan en las novelas latinoamericanas, de ahí que la mujer literaria se manifieste con envolventes de ocultamiento, ambigüedad, sumisión o esporádicas rebeldías. Visiones logocéntricas que pretenden, desde un mundo global, acercarse al universo restringido de varios siglos, poniendo la mirada en personajes femeninos de tiempos que se suponen caducos.
Se admite una dimensión propia para la literatura, pero por su misma ruta se inmiscuyen senderos de áreas ajenas, ellas interrogan a los centros de reflexión, conscientes de que el pensar es lo que da acceso a la palabra, en la interpelación que de ella se lleve a cabo. Es así como este escrito apunta al espacio cultural e histórico originario del que se nutre la literatura. También a aspectos de la historia, psicología, sociología, antropología, porque esa riqueza, guste o no, es el humus de todo discurso ensayístico.
Las ausencias, lo no dicho por impensado, por no investigado u olvidado, yacen dormidas en sala de espera de nuevas concepciones que las inspiren, ya sea con el pensar que inventa lo cotidiano; o por medio de investigaciones que buscan dimensiones escondidas entre las texturas literarias. De una u otra manera, el encuentro se realizará en el intrincado camino que lleva a la construcción de las casas del patriarca, donde sobreviven los personajes femeninos.
El filósofo y lingüista francés habla de sustitutos de la conciencia moral y social, como sello desestabilizador de identidad, que muchas veces no es entendida, ni asumida, por la generación designada para sufrirla. Aunque el concepto generación es maleable y escurridizo, la idea en este espacio es la de grupo social que converge, en un mismo período, para asumir un proceso cultural con problemas comunes.
La razón que sirve de guía para revisar antecedentes históricos, literarios y antropológicos no está exenta de cierto subjetivismo, propio de todo ensayista, para poder argumentar las especulaciones que el lector encuentre entre estas páginas; sugerir, además, como la literatura va siempre a la zaga de hechos y transformaciones sociales.
Pocas veces la narrativa intenta disolver viejos esquemas culturales. Las tradiciones, la religión y visiones arcaicas privan en las novelas latinoamericanas, de ahí que la mujer literaria se manifieste con envolventes de ocultamiento, ambigüedad, sumisión o esporádicas rebeldías. Visiones logocéntricas que pretenden, desde un mundo global, acercarse al universo restringido de varios siglos, poniendo la mirada en personajes femeninos de tiempos que se suponen caducos.
Se admite una dimensión propia para la literatura, pero por su misma ruta se inmiscuyen senderos de áreas ajenas, ellas interrogan a los centros de reflexión, conscientes de que el pensar es lo que da acceso a la palabra, en la interpelación que de ella se lleve a cabo. Es así como este escrito apunta al espacio cultural e histórico originario del que se nutre la literatura. También a aspectos de la historia, psicología, sociología, antropología, porque esa riqueza, guste o no, es el humus de todo discurso ensayístico.
Las ausencias, lo no dicho por impensado, por no investigado u olvidado, yacen dormidas en sala de espera de nuevas concepciones que las inspiren, ya sea con el pensar que inventa lo cotidiano; o por medio de investigaciones que buscan dimensiones escondidas entre las texturas literarias. De una u otra manera, el encuentro se realizará en el intrincado camino que lleva a la construcción de las casas del patriarca, donde sobreviven los personajes femeninos.
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