Personajes femeninos en la literatura: Arqueología de la mujer en la literatura (Part. 3)

Para encontrar la Arqueología de la mujer en la literatura, haremos un recorrido por diferentes épocas literarias y veremos que las expresiones de nuevas texturas semióticas para narrar a los personajes femeninos, caminan más lentamente que las transformaciones culturales, también sus consecuencias se presentan algo tardías.

En los dramaturgos griegos se observan notorias divergencias en la concepción de los personajes femeninos, y su relación con unos mitos, contra los cuales se rebelaban algunos historiadores y dramaturgos.
 
Personajes femeninos en la literatura: Arqueología de la mujer en la literatura por Julia Elena Rial

También la literatura medieval, con su interés histórico y documental, se fue transformando, perdiendo rigidez, para convertirse en discurso de ideas, pasiones y contradicciones. Hasta el despertar del Renacimiento citadino, expresado desde las variadas culturas, promovido por el incesante ir y venir de los mercaderes por las aguas del Mediterráneo, del Egeo y del Adriático. Viajes que significaron el desarrollo de una economía moderna y trasladaron costumbres, sobre el comportamiento femenino, que despertaron, en algunas mujeres, el encuentro con la modernidad cultural y social que se avecinaba.

Entre las construcciones literarias de cada etapa, se revisarán textos religiosos, no faltará la mirada al París prerrevolucionario del siglo XVIII; tras su máscara de literatura tormentosa se escondía la crítica social a un sistema que, en Francia, se inició pregonando la libertad cuando aún se esclavizaba a la mujer trabajadora. Lo expresó Sade en sus controversiales y repudiadas novelas, hasta hoy condenadas por muchos propagadores de la moral y buenas costumbres.
 
Personajes femeninos en la literatura: Arqueología de la mujer en la literatura por Julia Elena Rial

En algunas novelas del siglo XVIII es la sensualidad del lenguaje, y la estructura que envuelve a las mujeres, la motivación que propone presentarlas en estas páginas. En particular la extraordinaria narración epistolar de Choderlos de Laclos Las Relaciones peligrosas. En la Francia de su época el escritor moldea unos personajes femeninos envueltos por el temor y la concupiscencia. Una verdadera metáfora de la hipocresía del París, que la sociedad de su época consideró “Artificios groseros, atrocidades gratuitamente indignantes, horrores absurdos”, según comenta Jean Catrysse en la Introducción a las cartas. Algunos críticos hablan de catarsis para depurar las costumbres de disimulo y falsa moralidad.

De hecho cada sociedad delinea sus perfiles femeninos, según sean sus valores, costumbres, derechos y deberes en lo cotidiano. Sus proyecciones en la literatura, algunas veces representan sanciones y reproches, y otras el sometimiento que la sociedad les imponía.

No hay etiquetas sobre los personajes femeninos en la literatura. Se revisarán escritoras y escritores, verdaderos orfebres de la palabra, algunos de los cuales no han recibido el debido reconocimiento. Autores suficientemente lúcidos para no perderse en la sola acción discursiva, pero conscientes de que es la palabra, y sus desbordes de sensualidad, la que construye las obras de lenguaje.

Algunos muestran particulares formas femeninas ritualizadas, congruentes con un mensaje que limita la transformación de los códigos simbólicos culturales, que pudieran beneficiar la creación de una nueva y diferente mujer protagonista. En algunos casos, detrás de la palabra, el sonido y la imagen, existe un poder que penetra con vehemencia, y conquista al lector, a través de las ideas de mujeres que comunican y se hacen oír desde páginas de siglos pasados.

En el siglo XIX, mientras el argentino Bartolomé Mitre, ubica a “Soledad” dentro de los límites de un tibio despertar femenino, en una época de Independencia y de formación nacional; Cirilo Villaverde dibuja, una rebelde Cecilia Valdez en la Cuba preindependentista.

La semiótica, limitativa o enriquecedora, que se descubre en la creación de los personajes femeninos, se conoce a través de discursos heterogéneos. El ascetismo de Graciliano Ramos, escritor brasileño de los años 30, quien nos muestra las determinaciones, y toma de decisiones, de la Señora Vitoria de Vidas Secas, y la rebeldía psicológica de una Magdalena, quien, en la novela Sao Bernardo, desafía la autoridad del esposo hasta llegar al suicidio.
 
Personajes femeninos en la literatura: Arqueología de la mujer en la literatura por Julia Elena Rial

Las mujeres narradas pueden ser ellas mismas, algunas veces, memoria de vida, y muchas otras veces violencia sorda contra un sistema dictatorial de masculinidad. La literatura brasileña representa para Hispanoamérica un campo poco explorado, diálogo que, aunque en otra lengua, significa una puerta de entrada cultural con vecinos interlocutores.

También estarán presentes en este ensayo las mujeres protagonistas del argentino Roberto Arlt y del irlandés James Joyce; quienes crean personajes femeninos que participan en un proceso irónico de rechazo social, y cuyas vidas se desempeñan en la autoflagelación discursiva.

A pesar de que ambos escritores rompieron los cánones estructurales de la narrativa de principios del siglo XX, en Europa y Latinoamérica, conservaron un concepto ancestral, de dominación y violencia, acerca del protagonismo femenino.

Golpean esta puerta las mujeres que abordan el sincretismo real-vanguardista del argentino David Viñas y lo regional en el médico-escritor venezolano José León Tapia, quienes integran parte de la riqueza del universo narrativo, arropado con las envolventes de costumbres, sueños y utopías, que asoman entre los límites de la experiencia humana. Desde allí surgen los personajes femeninos, los problemas ancestrales, y la subestima o valoración de la mujer, como ropaje de conflictos cuya inocencia aparece en entredicho literario.

Personajes femeninos en la literatura: Arqueología de la mujer en la literatura por Julia Elena Rial

¿Qué mejor que la libertad discursiva de un ensayo para no eludir la tentación que entre la razón y la pasión asecha? Libertad discursiva que no camina en línea recta, ni tampoco se traza de antemano, ella se va orientando en múltiples direcciones, entre las cuales se replantean conceptos que en ningún momento pretenden ser verdades indiscutibles.

No es posible aislar el mensaje literal, denotado, del simbólico connotativo, sobre todo del gran sintagma del cuerpo, envolvente indispensable en los personajes femeninos de las narraciones en los siglos XX y XXI. En Los Cortejos del diablo de Germán Espinosa o en Arráncame la vida de Ángeles Mastretta. También en La huella del bisonte de Héctor Torres, y Un hombre de aceite de José Balza, o en Bajo las hojas de Israel Centeno. Y en la última novela de Mario Vargas Llosa, Cinco esquinas, donde se describe la semiosis de un campo discursivo de transgresión y exuberancia sexual, en convivencia con la corrupción y el crimen político.

El sentido de compartir la vida al unísono, entre hombre-mujer, aún permanece alienado en la narrativa. Hay mayor seducción literaria en plantear conflictos y contradicciones de género que en hilar destinos; las diferentes caras del signo “femenino” hablan hoy de conceptos narrativos insostenibles.

En esta reconstrucción de los personajes femeninos, que no sólo se diferencian por su cronología, sino también por su temática y estética, se caminará por preferencias que deambulan de la mano de una controversial visión de la mujer.

También a través de la historia, la regionalidad, la cultura; sobre todo de la culpabilidad en la verbalización, la cual muchas veces enturbia lo laudatorio, convirtiendo a las mujeres ficcionadas en imágenes nubladas por una memoria de restricciones colectivas.

Algunas escritoras y escritores descubren sus personajes femeninos sin repetirse, sus discursos no se adhieren a una receta, son yo cambiantes. Una mayoría se leen reduplicados en posibles “otros”. Los hay encerrados en su patria chica. También globalizados en lugares, donde lo literario se coagula con la violencia que estremece a la mujer novelada, sin que supere lo dicho por Nietzsche en Así habló Zaratustra:

Personajes femeninos en la literatura: Arqueología de la mujer en la literatura por Julia Elena Rial

“Debe temer el hombre a la mujer amante; no retrocede ella ante ningún sacrificio y fuera de su amor nada tiene valor para ella… Debe temer el hombre a la mujer encendida de odio; pues en el fondo del alma el hombre es tan sólo maligno, pero la mujer es allí mala…La felicidad del hombre reza: yo quiero. La felicidad de la mujer reza: él quiere…. El alma de la mujer es una superficie, una película movediza y agitada que sobrenada en aguas poco profundas… ¿Vas a juntarte a mujeres? Pues ¡no te olvides el látigo! “.

El filósofo alemán muestra que en su ideología nihilista, tras la persecución del poder, considera a la mujer un objeto subsidiario, incapaz de gobernar sus pasiones, y envuelta en una moral que el filósofo llama conformismo; por lo tanto nunca podría ser libre de otros ni de sí misma.

El corpus de vilipendio a la mujer lo encontramos también en La gaya ciencia donde Nietzsche dice: “Sospecho que las mujeres viejas…son más escépticas que todos los hombres juntos. Ellas creen en la superficialidad de la existencia como si fuera su esencia”. El filósofo también considera que la mujer pierde su estilo al asumir estudios científicos, asunto propio de hombres.

Personajes femeninos en la literatura: Arqueología de la mujer en la literatura por Julia Elena Rial

“¡Qué le importa la verdad a la mujer!”- dice el filósofo. Ella es maestra en el arte de la mentira y de la belleza, es así como muchos escritores describen a sus protagonistas.

La simulación prevalece como comportamiento desde La Celestina. En narrativa se aplica una peligrosa y atractiva modalidad que El filósofo llama “darse por” de las “mujercitas histéricas”. Una intencional sentencia histórica marca estas palabras, que recibieron exitoso recibimiento en los idearios de finales del siglo XIX y principios del XX. También contribuye Nietzsche a reavivar lo que él llama “el pasivo goce clitoridiano” que, aunque forma parte de la sexualidad femenina, se trata de un símbolo erótico que en el filósofo se convierte en idea fundamental de la mujer, y que él concibe como seducción, a través de sueños más que de hechos tangibles.

El filósofo alemán ha contribuido a castrar los personajes femeninos en literatura, ya que sus libros, conferencias y cursos, fueron referencia obligada en la juventud universitaria del siglo XX. Aún en la confusión que, por lo general, causa la heterogeneidad de sus textos, dejó escrita una matriz de lo femenino “que desgarra cuando ama”, motivadora del repudio a la mujer emancipada. Nietzsche, filósofo conductor del nazismo, contribuyó a detener el proceso evolutivo de una mujer que, en la vida cultural, había logrado grandes conquistas, como Madame Stäel y George Sand quienes promovieron, durante los siglos XVIII y XIX, educar a las mujeres en todas las lides de la vida.

Sin embargo, más allá de las diatribas, es bueno recordar estas palabras de Sócrates a los sofistas, que explicarían las grandes contradicciones que se encuentran en los textos del filósofo alemán:

Personajes femeninos en la literatura: Arqueología de la mujer en la literatura por Julia Elena Rial 

”Porque, estos varones, los filósofos, se aparecen a los ojos ignorantes de la gente, cuyas ciudades recorren, bajo todas las formas fantasmagóricas; se entiende no de los filósofos de pega, sino de los filósofos de verdad, de los que miran desde arriba la vida de los de abajo. A tales filósofos de verdad tienen los unos por nada; mientras que otros los juzgan dignos de todo. Toman unas veces la forma aparencial de políticos; otras, la de sofistas; y no faltan ocasiones en que dan qué pensar si estarán locos de remate.”

La historiografía dice que, como todo elemento cultural, la visión de filósofos y escritores hacia la mujer ha sufrido transformaciones a través del tiempo, y diferentes concepciones en los casos de ficcionalización literaria, aunque muchas veces pareciera que lo real reproduce lo novelado. Son escasos los escritores que asumen el papel de conflictos compartidos, en las parejas de la ficción narrativa. Se trataría de destruir el mito de subordinación, el eros de narratividad predominante.

Es hora de incluir a la mujer en las fabulaciones políticas, intelectuales, científicas, amorosas, y en todas las actividades que correspondan al ser humano, sin que estas dependan sólo del eros redundante que etiqueta todas las relaciones, el cual, desde luego, es más productivo.

Comentarios

Mi foto
Julia Elena Rial
Escritora, ensayista y docente argentina (Tandil, provincia de Buenos Aires). Reside en Maracay, Aragua (Venezuela). Profesora de castellano y literatura en el Instituto del Profesorado de Buenos Aires. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e Historia de las Ideas en la Universidad de Chile. Posgrado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, de Maracay. Ganadora del Premio Ensayo Miguel Ramón Utrera (1998) con Las masacres: ortodoxia histórica, heterodoxia literaria. Mención de honor en el Concurso de Ensayo Augusto Padrón de la Alcaldía del Municipio Girardot (Maracay, 2005).Ganó el Premio Mayor de las Artes y las Letras del Ministerio de la Cultura de Venezuela (2006) con el ensayo Memoria e identidad en José León Tapia. Autora de los libros Constelaciones del petróleo (2003) y El ensayo: identidad, memoria y olvido ( 2007). Colaboradora de la revista brasileña Hispanista y de la revista venezolana Letralia. Miembro fundador Agrupación Literaria Pie de Página y del Consejo Editorial de la Revista Cultural Pie de Página. Jurado del premio de ensayo Augusto Padrón 2001 y del premio de ensayo Marita King 2005

Entradas populares de este blog

Noli me tangere

El cuento: eterna invención

El ensayo: las ideas en sus formas posibles

El enigma de una palabra: coronavirus

La fábula de la niña y la mujer en Hilos de emoción, de Marina Sandoval

“Celebremos a Rafael Cadenas”

LA FOTOGRAFÍA FAMILIAR

Octavio Paz y el discurso de la conciliación