La ironía sutil y el humor en los cuentos de Julio Garmendia
Vamos a posar nuestra mirada en un escritor fiel a sus compromisos literarios y a sus ideales estéticos, que no logra satisfacer los afanes clasificadores de los cánones narrativos.
Julio Garmendia fabula la ironía de la vida con la destreza de un lenguaje sencillo, antibarroco, que sesga el telurismo tropical de moda en el primer tercio del siglo XX.
Garmendia desarrolla relatos donde el país y sus habitantes están representados en situaciones irreales, como la personificación de muñecos. Deja entrever, en medio de la fantasía la ficción de un mundo que vive de máscaras.
Sus relatos pertenecen a la narrativa mayor, porque la calidad y prioridad literaria no se otorga por extensión sino por la superioridad discursiva, la originalidad con que desarrolla los temas y la nueva estética de lo fantástico, que lo ubica, como predecesor de este tópico, dentro de la Literatura Latinoamericana. Su visión, sin perder de vista la sociedad, le dio un nuevo giro de humor irónico al lenguaje.
Garmendia desarrolla relatos donde el país y sus habitantes están representados en situaciones irreales, como la personificación de muñecos. Deja entrever, en medio de la fantasía la ficción de un mundo que vive de máscaras.
Sus relatos pertenecen a la narrativa mayor, porque la calidad y prioridad literaria no se otorga por extensión sino por la superioridad discursiva, la originalidad con que desarrolla los temas y la nueva estética de lo fantástico, que lo ubica, como predecesor de este tópico, dentro de la Literatura Latinoamericana. Su visión, sin perder de vista la sociedad, le dio un nuevo giro de humor irónico al lenguaje.
Jesús Semprum considera a Julio Garmendia libre de encasillamientos, dueño de visiones, criterios y expresiones propias, ajeno a modas y cronologías literarias; analista y crítico del mundo que lo rodeaba, el cual se encuentra metaforizado en sus cuentos, manifestaciones literarias de un imaginario cuya vigencia perdura con el correr de los años.
Garmendia deshecha la posición de proselitismo político de su época y crea una narrativa cuya estética de cambio fue reconocida recién a partir de los años cincuenta. Como el mismo lo dice, se nutrió de los Cuentos Azules y desde ellos desarrolló un lenguaje clásico, sencillo, para hacer crecer la tipificación de los muñecos en la tienda de la vida. Sesgando el estilo del teatro de títeres, para volar entre las nubes como sobre una alfombra mágica o para inventar otro yo, observador crítico, cuestionador.
Garmendia deshecha la posición de proselitismo político de su época y crea una narrativa cuya estética de cambio fue reconocida recién a partir de los años cincuenta. Como el mismo lo dice, se nutrió de los Cuentos Azules y desde ellos desarrolló un lenguaje clásico, sencillo, para hacer crecer la tipificación de los muñecos en la tienda de la vida. Sesgando el estilo del teatro de títeres, para volar entre las nubes como sobre una alfombra mágica o para inventar otro yo, observador crítico, cuestionador.
En Tienda de muñecos el escritor fantasea la realidad social, sin hacer concesiones al realismo literario, ni adjudicando actitudes moralizantes a sus personajes.
La fábula de Garmendia no tiene moraleja. El absurdo se introduce con un lenguaje que interioriza los hechos en forma sorpresiva, escenográfica, un teatro adentro del cuento para caracterizar los diferentes personajes, orillando la realidad.
Esta nueva técnica cuentística le valió a Garmendia ser segregado de los nativistas, naturalistas, regionalistas y costumbristas. Su obra comenzó a valorizarse cuando ya Tienda de Muñecos tenía 20 años de publicada. Se necesitó tiempo para que la crítica madurara sus visiones frente a nuevos lenguajes.
Los cuentos de Garmendia van cumpliendo, tal vez sin proponérselo, con los aspectos necesarios para enriquecer su cualificación estética. Trata de agregar en su haber literario el atractivo de la tensión, que lleva a elucubrar posibles desenlaces, con el resultado de otra realidad, que no se fundamenta en la lógica sino en una brillante imaginación. Ella va creando nuevas e increíbles situaciones, y estas resultan tan sorprendentes como la vida las puede proponer, un juego entre posibles e imposibles, una burla de lo real.
La fábula de Garmendia no tiene moraleja. El absurdo se introduce con un lenguaje que interioriza los hechos en forma sorpresiva, escenográfica, un teatro adentro del cuento para caracterizar los diferentes personajes, orillando la realidad.
Esta nueva técnica cuentística le valió a Garmendia ser segregado de los nativistas, naturalistas, regionalistas y costumbristas. Su obra comenzó a valorizarse cuando ya Tienda de Muñecos tenía 20 años de publicada. Se necesitó tiempo para que la crítica madurara sus visiones frente a nuevos lenguajes.
Los cuentos de Garmendia van cumpliendo, tal vez sin proponérselo, con los aspectos necesarios para enriquecer su cualificación estética. Trata de agregar en su haber literario el atractivo de la tensión, que lleva a elucubrar posibles desenlaces, con el resultado de otra realidad, que no se fundamenta en la lógica sino en una brillante imaginación. Ella va creando nuevas e increíbles situaciones, y estas resultan tan sorprendentes como la vida las puede proponer, un juego entre posibles e imposibles, una burla de lo real.
El mundo de los cuentos de Garmendia está hecho de pequeños seres, como los que aparecen en La Tuna de oro, personajes que esconden el ser venezolano entre el don de la escritura creativa, irónica, a veces carnavalesca. Esta manera de narrar les otorga características universales a sus fantasías; ya sea el crepúsculo mágico que hace bailar a Guachirongo, o el palimsesto humano que le roba la vida al Difunto yo.
Cuentos que soslayan una vida que, para el escritor, encierra entre sus íntimos intersticios un permanente imaginario de ficción. ¿Acaso en Narración en las nubes no parece ser el mismo escritor quien pone punto final a la vida para volver a nacer en otro cuento ilusorio?
Cuentos que soslayan una vida que, para el escritor, encierra entre sus íntimos intersticios un permanente imaginario de ficción. ¿Acaso en Narración en las nubes no parece ser el mismo escritor quien pone punto final a la vida para volver a nacer en otro cuento ilusorio?
Años más tarde Jorge Luis Borges expresaría ese mismo pensamiento en Elogio de la sombra donde dice: “Sentí, como otras veces, la tristeza de comprender que somos como un sueño.”
Para Garmendia el sueño no entra en los poderes psicológicos de noches y vigilias, ni tampoco se trata de surrealismo literario, lo comprendemos como una forma compleja del laberinto de la vida. Una posición junguiana, quien consideraba que los sueños son manifestaciones de la existencia, la cual al llegar al término de un destino vuelve a comenzar como en Narración en las nubes. "Este fin es su principio" dice el autor al final del cuento.
Parábola y símbolo envuelven los cuentos garmendianos, aconteceres ilusorios, una peregrinación por el pasado que ilumina el presente. Un encuentro de tiempos que se encadenan entre sí, se asocian, como en Tienda de muñecos, rompiendo lo dialectal en un vaivén de recuerdo y olvido. Siempre en la dualidad que propone lo real fantástico, y la superposición de lo temporal: el viajero por las nubes tiene a su narrador en tierra; el abuelo prolonga, a través de sus descendientes, la vida de los muñecos. Los dueños se van yendo y sustituyendo, pero perduran en el recuerdo del nieto.
Para Garmendia el sueño no entra en los poderes psicológicos de noches y vigilias, ni tampoco se trata de surrealismo literario, lo comprendemos como una forma compleja del laberinto de la vida. Una posición junguiana, quien consideraba que los sueños son manifestaciones de la existencia, la cual al llegar al término de un destino vuelve a comenzar como en Narración en las nubes. "Este fin es su principio" dice el autor al final del cuento.
Parábola y símbolo envuelven los cuentos garmendianos, aconteceres ilusorios, una peregrinación por el pasado que ilumina el presente. Un encuentro de tiempos que se encadenan entre sí, se asocian, como en Tienda de muñecos, rompiendo lo dialectal en un vaivén de recuerdo y olvido. Siempre en la dualidad que propone lo real fantástico, y la superposición de lo temporal: el viajero por las nubes tiene a su narrador en tierra; el abuelo prolonga, a través de sus descendientes, la vida de los muñecos. Los dueños se van yendo y sustituyendo, pero perduran en el recuerdo del nieto.
En Tienda muñecos se condensan algunos temas garmendianos: la desposesión, nadie es dueño eterno, la ausencia física como signo de presencia imaginaria (el abuelo), lo imaginario como dimensión reveladora de una escondida realidad. Un universo que se inventa con la palabra. Alrededor de él se desarrolla una polémica basada en las relaciones generacionales de abuelo, tío y nieto donde, con la inversión de lo real, al otorgarle cualidades humanas a los muñecos, se enmascara la crítica a una modernidad, no siempre transformadora, implícita en el cuento.
Caracas, la ciudad contradictoria, es el juego literario de donde parte la creación. Es la ciudad del humor grotesco, sutil y sagaz, a través del cual el escritor satiriza temas narrativos realistas y nativistas, que exceden los límites del contexto literario. Garmendia no enfatiza un franco ataque a ciertas maneras de narrar y a sus personajes, pero si las ridiculiza en el cuento El Librero.
Caracas, la ciudad contradictoria, es el juego literario de donde parte la creación. Es la ciudad del humor grotesco, sutil y sagaz, a través del cual el escritor satiriza temas narrativos realistas y nativistas, que exceden los límites del contexto literario. Garmendia no enfatiza un franco ataque a ciertas maneras de narrar y a sus personajes, pero si las ridiculiza en el cuento El Librero.
Aquí ficciona realidades extraliterarias al referirse a los pobres seres que arrastran en las páginas de los libros una existencia desolada. Su relato desenmascara la carencia de fantasía en la narrativa de su época y acude en defensa de los deheredados de los cuentos cortos y la represión y los abusos que sobreabundan en los cuentos largos.
El humor funciona para revelar las exageraciones literarias. El tono del cuento satiriza la cuentística realista cuando el librero manifiesta su inquietud hacia "Esos pequeños e insignificantes personajes de los libros, los que a mí principalmente me preocupan y hasta me desvelan de noche…".
El protagonista de El Librero resulta risible en la medida en que la excentricidad se destaca sobre la situación de normalidad que aparenta el negocio. La sátira alcanza su mayor grado en el tratamiento que el narrador le va dando al discurso del protagonista, así el lector comparte el guiño que ofrece la fantasía del librero. La ironía está presente en el contraste que ofrece la solemnidad y cierta locura de alucinado que aparenta el personaje, y lo que el lector infiere como juego implícito en el cuento. Garmendia convierte en subestimados a aquellos personajes que no participan de la fantasía e imaginación de su creador. El escritor critica las figuras estereotipadas de los relatos de principios del siglo XX, que aparecen incapaces de desafiar y subvertir las reglas.
El protagonista de El Librero resulta risible en la medida en que la excentricidad se destaca sobre la situación de normalidad que aparenta el negocio. La sátira alcanza su mayor grado en el tratamiento que el narrador le va dando al discurso del protagonista, así el lector comparte el guiño que ofrece la fantasía del librero. La ironía está presente en el contraste que ofrece la solemnidad y cierta locura de alucinado que aparenta el personaje, y lo que el lector infiere como juego implícito en el cuento. Garmendia convierte en subestimados a aquellos personajes que no participan de la fantasía e imaginación de su creador. El escritor critica las figuras estereotipadas de los relatos de principios del siglo XX, que aparecen incapaces de desafiar y subvertir las reglas.
Las temáticas de los cuentos de Garmendia van más allá de su imaginario fantástico, resultan, algunas veces, verdaderos manifiestos. En El cuento ficticio el escritor se comenta así mismo al decir " ¡Cómo si fuera posible impedir que sigamos ilusorios, fantásticos e irreales…! ¡Yo, palabra de honor! Conservo el antiguo temple ficticio en la pureza…".
Es alrededor de ese temple que desarrolla el humor desde la ironía, los juegos ficticios, la parodia, la desmitificación de determinados grupos sociales, interpretando una farsa regida por el fingimiento. Desde esta nueva y diferente manera de narrar, a principios del siglo XX, el escritor encuentra la modernidad en la esfera del análisis y de la lucidez cuentística.
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