Personajes femeninos en la literatura: Controversias en el siglo XIX (Part. 9)
El momento crucial contra la transgresión moral de la figura femenina en el arte del siglo XIX lo marca Huysmans, cuando escribe una diatriba contra las bañistas de Degas, “arte nauseabundo” lo titula el artista, quien consideraba que de las modelos emanaba un virtual Satanás.
Se trataba de un tiempo en el cual bañarse era cometer el pecado de “Rosar el cuerpo” “Que vergüenza era en una pequeña ciudad de provincia una mujer que se lavaba toda entera”.
Degas abre los ojos de la mujer moderna, en contra de las críticas de cegados escrupulosos que pretendían restarle méritos artísticos a sus pinturas.
Tal vez la crisis mística de Huysmans, que lo llevó del naturalismo al neocatolicismo, hasta refugiarse en la Abadía Benedictina de Legugé, haya sido la razón de esta agria crítica a Las Batracias de Degas, donde el supuesto mal está simbolizado en la femineidad física al descubierto y, para colmo, ¡bañándose!, terrible y pecaminosa costumbre, en Europa, aún a fines del siglo XIX.
Tal vez la crisis mística de Huysmans, que lo llevó del naturalismo al neocatolicismo, hasta refugiarse en la Abadía Benedictina de Legugé, haya sido la razón de esta agria crítica a Las Batracias de Degas, donde el supuesto mal está simbolizado en la femineidad física al descubierto y, para colmo, ¡bañándose!, terrible y pecaminosa costumbre, en Europa, aún a fines del siglo XIX.
Hoy aparecen extrañas y contradictorias las reacciones que el desnudo provocó en algunos artistas modernos. El mal deambulaba, como un intrépido fantasma, entre los pinceles y los versos.
Relata Gustave Coquiot que Flaubert en carta a su madre, escrita desde Nápoles, le comentaba: “Todas las mujeres salen descubiertas, con flores en el pelo y aires de zorras,” dándole a entender que Nápoles no era sólo “la ciudad del Pausilipo y del Vesubio sino la voluptuosa y disoluta corruptora de Italia.” Lo que para Huysmans era maldad, en Flaubert se convierte en deleite con visos de obscenidad, los sentidos crean en cada uno de ellos sus propias imágenes eróticas.
El siglo XIX culmina para la mujer literaria con Nietzsche, cuyo discurso es una metáfora apocalíptica contra la mujer, a pesar de que el filósofo se presenta hoy como sustancia que nutre muchas culturas posmodernas. Sin embargo, entre sus ideas se destaca aquella que reduce la libertad de la mujer, porque de la libertad absoluta se desciende al poder absoluto.
En Así habló Zaratustra, Nietzsche afirma: "El hombre debe ser educado para la guerra, y la mujer, para la recreación del guerrero: todo lo demás es tontería. ¿Vas con mujeres? ¡No olvides el látigo!”.
El siglo XIX culmina para la mujer literaria con Nietzsche, cuyo discurso es una metáfora apocalíptica contra la mujer, a pesar de que el filósofo se presenta hoy como sustancia que nutre muchas culturas posmodernas. Sin embargo, entre sus ideas se destaca aquella que reduce la libertad de la mujer, porque de la libertad absoluta se desciende al poder absoluto.
En Así habló Zaratustra, Nietzsche afirma: "El hombre debe ser educado para la guerra, y la mujer, para la recreación del guerrero: todo lo demás es tontería. ¿Vas con mujeres? ¡No olvides el látigo!”.
¿Por qué ese temor del filósofo alemán de ver a la mujer en toda su plenitud humana? Se supone que una mujer libre, con sus inherentes deberes y derechos, implicaría un sistema de nuevos significados culturales, más allá de las condiciones fisiológicas.
Sin embargo, a mediados del siglo XIX se comienzan a advertir cambios sustanciales en los conceptos sobre la personalidad femenina. Severo Catalina en su libro La Mujer dice “No hay nada más elevado ni más grandioso que el orgullo noble de una mujer de talento”.
Sin embargo, a mediados del siglo XIX se comienzan a advertir cambios sustanciales en los conceptos sobre la personalidad femenina. Severo Catalina en su libro La Mujer dice “No hay nada más elevado ni más grandioso que el orgullo noble de una mujer de talento”.
La trayectoria de los conceptos emitidos en los “Consejeros femeninos” hace pensar que siempre han estado presentes en la literatura las controversias sobre este tema. Aún existen en la narrativa las artimañas en la representación de las mujeres narradas.
Las propuestas desarrolladas por Moebius tuvieron seguidores y detractores fuera de Alemania. Es posible que el desarrollo de las industrias, en las cuales se contrataba mano de obra femenina, haya motivado esta reacción en mentalidades retrógradas, influenciadas desde hacia cierto tiempo por las teorías lombrosianas.
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