Personajes femeninos en la literatura: Las protagonistas paradójicas del Renacimiento (Part. 6)

A principios del Renacimiento, en una España donde las aristocracias Imperiales y eclesiásticas se resistían a la modernidad, el humor crea personajes femeninos llenos de picardía, cuya actuación y conversación intercambian el lenguaje clásico con el juglaresco, y el realismo de lo cotidiano.

Personajes femeninos en la literatura: Las protagonistas paradójicas del Renacimiento (Part. 6) por Julia Elena Rial

Los relatos del Arcipreste de Hita en El Libro del buen amor, además de su peculiar estilo satírico, desarrollan un humorismo verbal que despoja de tragedia las situaciones graves. El autor cínico, o contra la hipocresía moralista, tan pronto acude a la poesía religiosa, que inicia el libro con el poema 
La Plegaria, como inserta personajes femeninos que se burlan de la piedad y del rezo.

Se anticipa el Arcipreste a La Celestina con el personaje de Trotaconventos, mujer dedicada a buscar placer a los desengañados de la vida. En este relato se intercalan cantos litúrgicos con las aventuras eróticas que proporciona la Trotaconventos. El autor realiza un híbrido de versos satíricos con la moral religiosa. La mensajera del amor entre conventos, puede considerarse antecedente de la Marquesa de Marteuil, quien en la obra de Laclos Relaciones peligrosas actúa como mensajera de relaciones clandestinas. Ambos personajes revelan los medios que emplean las personas que pervierten la cadena y complican las relaciones de amor. Las dificultades estimulan los amores ilícitos, en los cuales siempre es la mujer la más vulnerable.

Los cantares del Arcipreste sufrieron un proceso inverso al de la literatura tradicional, del discurso escrito pasaron a formar parte del cantar de los juglares. Todavía hoy, en las plazas de Marrakech se oye el cantar satírico del Libro del buen amor, lugar donde la juglaría aún juega a difundir la literatura con relatos orales.

El derecho de pernada formaba parte de los rincones del hetairismo literario, proporcionando el sustento a La Celestina, y a todas aquellas mujeres cuya condición social no les permitía el acceso a otros medios económicos. Cabe preguntar ¿si esta actitud de los escritores, arropada en la costumbre más no en la razón, obedecía a la expresión estética de una visión social, o buscaba penetrar la entropía de las obras, a través de un comportamiento discursivo, que poco han hecho por cambiar los escritores, sin pensar que lo controversial suele ser más atractivo y crítico que lo tradicional?

Personajes femeninos en la literatura: Las protagonistas paradójicas del Renacimiento (Part. 6) por Julia Elena Ria

La Celestina de Fernando de Rojas, publicada en la transición del Medievo al Renacimiento, 1501, revela unidad de pensamiento, de estilo y coherencia, características que desmienten la discutida controversia, entre quienes dudan de la autoría de Rojas en todos los capítulos. El escritor describe a la Celestina con un lenguaje que entrelaza el imaginario fantasmagórico medieval con la presencia de artificios amatorios, palpable en las descripciones eróticas, realismo propio del inicio de la modernidad.

El personaje femenino Melibea se construye sobre nuevos estilos: brujerías, mitos y magias medievales se involucran con formas verbales de mujer renacentista. Se trata de una joven de educación esmerada, cuyos sentimientos amorosos en nada se diferencian de los expresados por su criada Lucrecia. Las descripciones de Melibea se convierten en imagen viva: miradas, palabras y andares no disimulan la pasión entre Calixto y Melibea. Lo dice Azorín en Los valores literarios al referirse a Fernando de Rojas: “Es un analista del espíritu…los personajes, van poco a poco, creciendo, desenvolviéndose; tienen sus afanes, sus ansias, sus dolores, sus codicias, sus alegrías…”

En las conversaciones entre Lucrecia y Melibea se desarrolla la riqueza del lenguaje español; el habla popular, la oralidad, resignifica la semántica culta de una instruida Melibea. Se rompe lo cotidiano y pueblerino con el discurso, a veces exagerado, de un ampuloso barroco, que se anticipa al concepto artístico del siglo XVII, con licencias excesivas de pasión amorosa. Se trata de una novela dramática que suscitó el rechazo de quienes no concebían, en el ocaso del medioevo, un diferente discurso no ajustado a cánones moralistas.

Melibea responde a las rebeldías sociales que la nueva moral renacentista proponía. Tuvo la particularidad de unir dos épocas de la femineidad, a la vez que la medieval se iba destruyendo.

El espíritu destructivo renace, se vivifica, con los grandes cambios sociales que llevaron a los escritores a asumir la muerte como solución trágica de los conflictos. Recurso narrativo que llega hasta el romanticismo y que encuentra en Fernando de Rojas y en Shakespeare sus iniciadores.

Si en El Libro del buen amor se presentan personajes femeninos llenos de simulación, engaños y atrevimientos, el Infante Juan Manuel reacciona contra estas características y crea una versión didáctica, envuelta en espíritu fabulador, en la cual la piedra de su lenguaje se resiste a la arcilla de las nuevas casas para alojar a sus mujeres.

Personajes femeninos en la literatura: Las protagonistas paradójicas del Renacimiento (Part. 6) por Julia Elena Ria

Corría el siglo XIV cuando en El Conde Lucanor el mancebo dijo a su esposa el día de la boda: “¡Levantaos y dadme agua a las manos! Y la mujer, que no esperaba otra cosa sino que la despedazara, levantose muy a prisa y dio agua a las manos”. Y a la novia medieval del Infante Juan Manuel la reproduce Shakespeare, en una época inglesa en que una nueva moral se erige, apadrinada por la Reforma Religiosa, e impregnada con la renacentista modernidad. La Fierecilla domada responde a la nueva concepción humanista de la cultura; pero el ánima feudal del machismo se yergue aún sobre el dramaturgo inglés, al exigir una mujer que en nada envidiaba a las oikuremas que cuidaban los hogares griegos.

El tema amoroso lo expresa Shakespeare, en Romeo y Julieta, con un lenguaje impregnado de gestos y diálogos de ingenuidad. A imitación del itálico mediterráneo, cuya cultura era indiscutida en el mundo cultural y artístico europeo. Así las emociones se traducían con la fuerza latina, También los personajes femeninos, algunas veces reproducían las ficciones renacentistas, con el truco usado en las comedias italianas de vestir a las protagonistas con ropas masculinas. Así se presenta Porcia, en El mercader de Venecia, con una pérdida visual de la femineidad, que respondía a las restricciones sobre el tratamiento de las mujeres en el teatro, impuestas por la Reforma religiosa.

Personajes femeninos en la literatura: Las protagonistas paradójicas del Renacimiento (Part. 6) por Julia Elena Ria

Mientras Shakespeare sigue escribiendo en alejandrinos, el Infante Juan Manuel es considerado el primer prosista en lengua culta española, sólo versifica para cerrar la obra. Se le reconoce el mérito de haber castellanizado vocablos de otras lenguas, que se hablaban en la España de su época, y giros idiomáticos de dialectos regionales. La Europa del siglo XV considera al Infante Juan Manuel como precursor de la novela renacentista, anticipándose varios años a la publicación del Decamerón de Bocaccio. El Conde Lucanor ha sido fuente de inspiración de escritores como Hans Christian Andersen en El traje nuevo del emperador, y para el personaje de El retablo de las maravillas de Cervantes.

Personajes femeninos en la literatura: Las protagonistas paradójicas del Renacimiento (Part. 6) por Julia Elena Ria

Será El Quijote de la Mancha quien reivindique el prestigio de la mujer con Dulcinea pero, ¡oh ironía! ella es fruto del encantamiento, de la ilusión del protagonista, el sueño la convierte en una simulación narrativa.

Pareciera que con los siglos, la mujer literaria ha seguido usando bucles artificiales, enaguas y polisones. El filósofo Heidegger manifiesta, en pleno período moderno, que la sumisión de la mujer debe conservarse porque proporciona ventajas sociales.

En los petroglifos, en las Cantigas o en Las Lavanderas de Goya la mujer asumía formas externas disímiles, pero se ajustaba a universales culturales, tribales o urbanos, para los que no existían grandes diferencias, en lo que a femenino respecta. Una memoria anónima parece haber acumulado lenguaje orgánico, renovable, y represivo, cuyo origen sigue nutriendo, impertérrito, la existencia de la estética literaria femenina.

El roce del tiempo, que pule y adelgaza la sustancia del lenguaje, la tornea, la hace voluptuosa, enérgica, intuitiva, racional, deja al margen de su orfebrería el personaje femenino. Ha olvidado darle protagonismo en sucesos importantes, desacostumbrados, donde ella piense, cree, imagine y comunique, sea una imagen viva en un cielo abierto, en el que día tras día se vaya transformando, al compartir el espacio social masculino, donde la mujer cree su rol sin que se lo asignen de antemano.

Personajes femeninos en la literatura: Las protagonistas paradójicas del Renacimiento (Part. 6) por Julia Elena Ria

¿Qué pensará , desde su nicho espiritual, La Latina, Beatriz Galindo, quien en el siglo XV fue libre de manejar los negocios heredados, luego de muerto su esposo. Y por su brillante intelecto, educó, formó y aconsejó, social y políticamente, a la Reina Isabel de Castilla? Sin embargo la figura de tan insigne personaje femenino no influyó en las ideas aún medievales, traídas por los conquistadores a una América, cuyos diversos sistemas sociales autóctonos, diferían de una región a otra. El personaje femenino respondía a complejas situaciones culturales según los diferentes contextos.

En los lejanos horizontes incaicos Ollantay rapta a la princesa Cusi-Coyllur desacatando las órdenes del Inca Pachacutec y comete un hecho, no tradicional, de contracultura, relatado en lengua quechua, en el siglo XVIII por un autor anónimo.

Personajes femeninos en la literatura: Las protagonistas paradójicas del Renacimiento (Part. 6) por Julia Elena Ria

El drama Ollantay se presenta hoy como la fábula mítica, en la cual un hombre enamorado contraviene la cultura de su pueblo, y arremete contra la natural disposición femenina de obediencia paterna. Sin embargo, no llega a romper la trasmisión de valores de una comunidad, de los cuales la mujer es portadora, porque el Padre Inca se convierte en reservorio obligado de su cultura, al encerrar a la princesa en el Templo de las Vírgenes del Sol. Ella logra su liberación al momento de la muerte de su padre. El relato presenta una entidad humana íbero-indígena, nutrida del espíritu con que el híbrido cultural la fue alimentando.

La mujer comparte en la historia, de manera inconsulta, ex -abruptos sociales y culturales, Ollantay no logra romper los patrones de convivencia incaica. Semiosis étnica también presente en los conceptos expresados en los Libros Sagrados de la India y en el Código de Hamurabi. Y entre los mahometanos, por las creencias religiosas referidas en el Corán.

En América prehispánica hay escritos acerca del sometimiento de la mujer en El Libro de los Libros de Chilam Balam cuando, en El Lenguaje de Zuyua, el jefe del pueblo maya le dice a su hijo: “Hijo mío, tráeme una doncella de blancas y relucientes pantorrillas aquí, quiero alzarle su enagua hasta los muslos. “Así ha de ser, ¡Oh Padre!”

Personajes femeninos en la literatura: Las protagonistas paradójicas del Renacimiento (Part. 6) por Julia Elena Ria

En el siglo XVII el poeta y costumbrista español Juan de Zabaleta relata, con indignación, un episodio insertado en la Roma del siglo II cristiano, cuando el cónsul romano Metelo, cumpliendo con la ley escrita, castigó a su mujer con la muerte por haber bebido un vaso de vino. ¿Cómo pueden, a veces, ser tan absurdas las penas en relación al delito en las leyes jurídicas? Bien lo dice el escritor, la ley constituía en sí misma una monstruosidad, ya que podía inducir al marido desamorado a valerse de ella para deshacerse de la esposa, mandándola a matar por nimiedades.

En el caso de Metelo, si bien la mujer fue víctima de un exceso jurídico, el juicio legal sirvió de escarmiento al abuso de autoridad, y las consecuencias fueron funestas para el cónsul quien, en adelante, fue medido con la misma vara. La mujer romana actuó en ejercicio de su autonomía y se convirtió, al franquear los límites permitidos, en un sujeto-agente que desencadenó, con esa ligera rebeldía, a pesar del castigo, proyectos sociales de mayor amplitud para la mujer.

Personajes femeninos en la literatura: Las protagonistas paradójicas del Renacimiento (Part. 6) por Julia Elena Ria
 
Aún cuando cada época teje sus tecnologías sociales, ellas se entrecruzan entre los hilos de la heterogeneidad cultural. Resta leer textos e interpretar, a la luz actual, la complejidad de ideas y comportamientos, que varían según las naciones, regiones, comunidades y espacios culturales.

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Julia Elena Rial
Escritora, ensayista y docente argentina (Tandil, provincia de Buenos Aires). Reside en Maracay, Aragua (Venezuela). Profesora de castellano y literatura en el Instituto del Profesorado de Buenos Aires. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e Historia de las Ideas en la Universidad de Chile. Posgrado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, de Maracay. Ganadora del Premio Ensayo Miguel Ramón Utrera (1998) con Las masacres: ortodoxia histórica, heterodoxia literaria. Mención de honor en el Concurso de Ensayo Augusto Padrón de la Alcaldía del Municipio Girardot (Maracay, 2005).Ganó el Premio Mayor de las Artes y las Letras del Ministerio de la Cultura de Venezuela (2006) con el ensayo Memoria e identidad en José León Tapia. Autora de los libros Constelaciones del petróleo (2003) y El ensayo: identidad, memoria y olvido ( 2007). Colaboradora de la revista brasileña Hispanista y de la revista venezolana Letralia. Miembro fundador Agrupación Literaria Pie de Página y del Consejo Editorial de la Revista Cultural Pie de Página. Jurado del premio de ensayo Augusto Padrón 2001 y del premio de ensayo Marita King 2005

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